España está a punto de realizar el tradicional cambio al horario de invierno, una práctica que sigue generando debate tanto en el país como en toda Europa. Entre el 26 y 27 de octubre, los relojes se atrasarán una hora, lo que marcará el paso al horario invernal hasta el próximo 30 de marzo, momento en que se volverá al horario de verano. Esta rutina, que se repite cada año, tiene su origen en la década de los 70 y persiste a pesar de las crecientes voces en contra y los cuestionamientos de expertos.
Desde 1974, el principal objetivo del cambio de hora ha sido ahorrar energía y adaptar mejor las actividades diarias a las horas de luz natural. Sin embargo, aunque en su momento esta medida buscaba mejorar la eficiencia, hoy su impacto real es cuestionado, con varios estudios indicando que el ahorro energético es mínimo. Pese a ello, el Boletín Oficial del Estado (BOE) confirmó que los cambios de hora se mantendrán hasta 2026. Así lo establece el Real Decreto 236/2002, que regula la adaptación del horario en función del ahorro de luz diurna.
El BOE también advierte que, aunque España podría eliminar esta práctica en el futuro, cualquier decisión sobre el fin del cambio horario no debe ser apresurada. En 2019, una Comisión de expertos presentó un informe que recomendaba no tomar medidas hasta que existiera un consenso social y una mayor difusión de los pros y contras entre la ciudadanía. Según el documento:
“No es aconsejable producir ningún cambio precipitado en los husos horarios mientras no exista un consenso compartido y una difusión práctica a nuestra ciudadanía de los riesgos y oportunidades que comporta”.
Este enfoque cauteloso sugiere que, aunque el sistema actual tiene detractores, los cambios deben implementarse con cuidado para evitar consecuencias imprevistas.
El debate sobre el cambio horario se ha intensificado en los últimos años. En 2019, el CIS realizó una consulta para conocer la opinión de los españoles. Según los resultados, el 62% de los encuestados preferiría eliminar los cambios de hora, y dentro de este grupo, 65% optaría por quedarse con el horario de verano durante todo el año. Sin embargo, aquí surge una complicación adicional: decidir qué horario adoptar de forma permanente.
Este dilema también ha sido objeto de discusión en la Unión Europea, que realizó una consulta pública en 2018. En esta encuesta participaron 4,5 millones de personas, y el 90% votó a favor de eliminar el cambio horario. No obstante, el Parlamento Europeo dio libertad a cada país miembro para que tomara su propia decisión. Ucrania, por ejemplo, ya ha aprobado suprimir los cambios de hora, y octubre de 2023 será la última vez que ajuste sus relojes.
Otro debate relacionado en España es la desalineación entre su huso horario y su posición geográfica. Aunque por su ubicación natural debería estar en el horario del Meridiano de Greenwich (GMT), compartiendo hora con Portugal, Reino Unido y Canarias, España sigue el Horario Central Europeo (CET), junto con países como Francia y Alemania.
Este desajuste se remonta a 1940, cuando Francisco Franco decidió adelantar la hora para alinearse con los países del centro de Europa. Desde entonces, España vive una hora adelantada al sol en invierno y dos en verano, una diferencia que ha generado críticas por sus efectos en los ciclos biológicos y en la conciliación entre la vida personal y profesional.
Por ahora, el BOE garantiza que los cambios de hora seguirán hasta 2026. A partir de esa fecha, España deberá decidir si mantiene esta práctica o adopta un horario fijo. Sin embargo, cualquier decisión requerirá debate público y consenso político. Como señala el BOE, la falta de acuerdo podría generar confusión entre los ciudadanos e incluso afectar las rutinas diarias.
El próximo 27 de octubre, como cada año, los relojes se atrasarán una hora para entrar en el horario de invierno.