Usualmente una fresa no dura más de cuatro días hasta que empieza a malograrse. Una papa empieza a tener brotes o raíces en una semana o poco más. Y otras frutas y hortalizas siguen el mismo camino. Pero en el Centro Nuclear Oscar Miró Quesada de la Guerra (RACSO), del Instituto Peruano de Energía Nuclear (IPEN), en Carabayllo, tienen laboratorios y equipos que pueden cambiar o revertir drásticamente esa realidad. Ya lo están haciendo.
Como parte de sus proyectos de investigación, la irradiación con rayos gamma es una tecnología que prolonga la vida de los alimentos al disminuir su carga bacteriana, eliminar hongos e inhibir los brotes en tubérculos o bulbos. Y entonces, lo que antes duraba una semana o dos en buen estado, como las papas, ahora podrá durar seis meses sin malograrse.
“Cuando las frutas de los agroexportadores ingresan a un país, les hacen un tratamiento fitosanitario. Y ahí pueden perder calidad. Eso no pasaría si se usará la técnica de la irradiación. Acaba con los patógenos, el producto sigue siendo inocuo y, además, se da un efecto ‘refrigeradora’ que hace que dure más. Tenemos todo listo para una planta de irradiación aquí y en Paita. Sería un aporte a la agroexportación”, explica el físico nuclear Rolando Páucar Jáuregui, director del Instituto Peruano de Energía Nuclear (IPEN). Con ello, los controles en el exterior no dañarían el producto.
Pero hay más en el tema agrícola. En el Centro Nuclear de Huarangal también han trabajado con la misma técnica de irradiación -con fuentes de Cobalto 60 y Cesio 137- en semillas andinas como la kiwicha, quinua, cebada y otras, para hacerlas más resistentes a las plagas, al clima o a la falta de agua. Ese procedimiento produce mutaciones que les dan características mejoradas a las semillas.
Ese proyecto lo han trabajado con la Universidad Agraria y el Instituto Nacional de Investigación Agraria (INIA). En noviembre, el ministerio de Agricultura y el IPEN presentarán esa investigación en un encuentro internacional en Viena, como parte de un proyecto regional. Según Páucar, ese mejoramiento de semillas andinas se puede replicar en otros países de la comunidad andina y podemos ser ejemplo de avances usando tecnología nuclear.
En el Centro RACSO está ubicado el reactor nuclear de investigación RP-10, de 10 megavatios de potencia, el corazón de ese centro, que sirve para la producción de radiosótopos, análisis de materiales, mejoramiento de las propiedades físicas de ciertos elementos, y diversas investigaciones científicas.
“El reactor tiene un núcleo. Ahí hacemos la magia nuclear. Colocamos materiales no radioactivos, se trasmutan en el reactor y se transforman en un elemento radioactivo. Es decir, usamos los neutrones del núcleo para transformar elementos. Cuando los convertimos en radiactivos, esos nuevos elementos tienen características nucleares que permiten utilizarlos en distintos ámbitos: alimentación, agricultura, salud, minería. Aquí hacemos lo que llamamos la economía de los neutrones”, dice Rolando Páucar, satisfecho de esa labor.
En salud, por ejemplo, el reactor produce elementos radioactivos que son convertidos en radiofármacos a ser usados en el tratamiento de varios tipos de cáncer. El IPEN produce Yodo 131, usado contra el cáncer de tiroides. O Tecnecio 99, para el diagnóstico temprano de está enfermedad. En dos meses tendrán un nuevo producto, Samario 153, que se podrá usar en el tratamiento del dolor en otra neoplasia. Y en dos semanas entregarán a la Sociedad Peruana de Radioterapia, Iridio 132, para ese tipo de tratamiento. En este tema, trabajan de la mano con el Ministerio de Salud, Essalud, el Instituto Nacional de Enfermedades Neoplásicas, gobiernos regionales y clínicas.
Muchos de esos y otros fármacos salen de la planta con dirección a los hospitales donde serán usados y una característica de estos productos es lo que llaman ‘tiempo de vida media’ (sus propiedades van decayendo). Algunos duran minutos, otros duran horas, y otros pueden durar miles de años. “En los de menor duración tienes que producirlo acá, no puedes importarlo, porque no llegaría nada. En otros casos tienes que producir más para que llegue la cantidad que necesitas”, explica Páucar.
El Tecnecio tiene una vida media de 6 horas, el Fluor 18 de dos horas, el Yodo 131 de 18 días. En los casos en que ese material tiene que llegar a zonas alejadas se trabaja en la logística adecuada para no perder tiempo. Hoy el IPEN tiene el proyecto de construir un ciclotrón (un acelerador de partículas) en Lima (podría ser en el INEN) para que se pueda producir Fluor 18 y otros isótopos de corto tiempo de vida para que estén cerca de los servicios donde estos fármacos se van a usar.
“Tenemos asegurada la inversión, falta el lugar. Otro proyecto para el 2025 es producir generadores de tecnecio, para evitar el problema de tiempo y vida media, y llegar con tranquilidad a todo el país”, agrega.
Energía nuclear
Como parte de los planes del ministerio de Energía y Minas para ampliar la cobertura energética en el país, el IPEN tiene el encargo de explorar el uso de la energía nuclear, a través de pequeños reactores nucleares, para dotar de energía a zonas aisladas de la Amazonía, en regiones como Loreto, Ucayali o Madre de Dios.
Hoy, cuenta Rolando Páucar, hay un resurgimiento de la energía nuclear y países como China, Estados Unidos, Corea, construyen sus reactores nucleares modulares (así les llaman) que pueden producir hasta 10 megavatios con una baja emisión de carbono. Son una alternativa menos costosa y menos contaminante que una central energética alimentada con combustibles fósiles como el petróleo o el gas.
“La tecnología ha cambiado. Hoy inclusive estas centrales pueden ser portátiles y van en camiones. Los rusos tienen reactores en buques y viajan a donde los necesiten. Eso es el futuro para el Perú y queremos contribuir con ese proyecto. Es algo que ya es realidad en otros países. Es una tecnología segura, no emite CO2, se instala y crea electricidad”, comenta.
En los pasadizos y oficinas de la central de Huarangal se ve a científicos y técnicos ataviados con sus mandiles blancos, enfocados en sus diversas tareas. La sala de control y el reactor, con sus tableros, luces y conexiones, parecen imágenes de una clásica película de ciencia ficción. Pero su trabajo es muy real y, aunque no lo notemos, está presente en la vida cotidiana. ¿Se ha tomado una placa de rayos X hace poco? Ellos también supervisan la radiación de esos equipos para que no nos hagan daño.