Lo que hace apenas dos años era percibido como una hipótesis, se muestra hoy como una posibilidad real: el grupo Brics se va convirtiendo en un polo capaz de hacer contrapeso al injusto orden económico internacional.
Ya he dicho en otras oportunidades este convencimiento: los cambios que necesita el mundo en esa esfera no vendrán por ucase y resultado de acuerdos que difícilmente se cumplirían, como lo demuestra el irrespeto con que los poderosos se burlan hoy de la Carta de las Naciones Unidas. Son la fortaleza de las economías mayores entre las llamadas emergentes, y la voluntad política de hacer valer leyes más justas las que están conformando, lenta pero inexorablemente, el nuevo orden.
El camino se ha ido labrando con la adopción por esas naciones de sus propias reglas del juego, muy distintas a las leoninas que rigen el comercio y las finanzas hasta hoy. Ese trayecto es abonado por la propia injusticia del desorden: las sanciones y guerras tecnológicas y comerciales desatadas por Estados Unidos y Occidente han constituido un acicate.
Rusia y China, con la fuerza adquirida en sus producciones y el adelanto tecnológico respectivos; asistidas por la convicción de que es preciso desafiar un poder que a ellas mismas las lacera, han sido el motor para que, a más de una década de su creación, el grupo Brics constituya para el olvidado sur, algo más que una promesa en el orden económico y, por tanto, también en materia política. Menos dependencia es igual a mayor soberanía.
Ello explica que a las puertas de la cita cumbre que tendrá lugar dentro de unos días en la ciudad rusa de Kazán, ese encuentro sea seguido por amigos y enemigos, y se contemple por los primeros como otro paso que redundará a favor del equilibrio.
Irán, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita y Etiopía se incorporaron el 1ro. de enero de este 2024, por acuerdo de la 15ta. Cumbre de Johannesburgo (agosto de 2023) y, de cara al nuevo encuentro, una treintena de naciones, incluyendo a Cuba, han manifestado su interés de asociarse.
Aunque Brasil, Rusia, India y China echaron a andar desde 2001 el proyecto, oficialmente acuñado con la entrada de Sudáfrica en 2010, ha sido en los últimos 24 meses que la beligerancia de los Brics se ha hecho más patente y relevante.
Cifras dadas a conocer hace pocas semanas por el presidente ruso Vladímir Putin para graficar el avance del conglomerado, muestran que en 1992, cuando todavía los Brics no se habían constituido, los países que luego serían fundadores totalizaban un 16,7 por ciento del PIB mundial. En 2022, antes de la entrada de los nuevos integrantes, el PIB de los Brics sumaba un 31,4 por ciento que excedía al 30,5 reportado por las siete economías más poderosas del orbe.
A este paso, Putin pronosticó que para 2028 el PIB de los Brics —ahora Brics+— crecería en 33,8 por ciento y el del G7, un 27,9 por ciento, lo que sería probatorio de su extensión y capacidad.
Pero la pujanza de las economías protagonistas en el bloque no bastaría para impregnar otro aire a las relaciones comerciales y financieras, y contribuir a cambiar el mundo.
Lo que marca la diferencia es la sustitución de las prácticas leoninas del Primer Mundo por normas afines con el intercambio recíproco que reconoce las asimetrías, así como el espíritu de cooperación.
Un hito en tal sentido fue la fundación de su hoy llamado Nuevo Banco de Desarrollo, creado en 2015 y con un fondo de 50 000 millones para financiar proyectos e infraestructura, con prioridad en las iniciativas para enfrentar el cambio climático y desarrollar las energías alternativas. Cierto que todavía no se maneja con fijeza cuánto ha aportado, pero las bases y las posibilidades son ciertas.
Además, el grupo cuenta con un Acuerdo de Reservas de Contingencia ascendente a cien mil millones de dólares, que funge como una línea de liquidez en divisas a la que pueden acudir los miembros en caso de turbulencias financieras.
Pero los Brics han desarrollado otra importante práctica antihegemónica que abrazan también bloques alternativos como la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) y la Unión Económica Euroasiática (UEE): el uso de las monedas
nacionales en sus transacciones para no tener que recurrir al dólar.
Ello ha contribuido a un declive del billete verde empujado por las propias medidas punitivas de Estados Unidos, como lo han reconocido desde Janet Yellen, la secretaria estadounidense del Tesoro, hasta el expresidente y candidato republicano Donald Trump.
Según el canciller ruso Serguéi Lavrov, los pagos de su país a los miembros del Brics en distintas monedas están en el 65 por ciento del total de sus transacciones. Mientras, el dólar figura por debajo del 29 por ciento.
Similar proceder se ha puesto en boga también en los intercambios de China y Rusia con muchos de sus respectivos partners más allá del marco de los Brics. Por ejemplo, el uso de otras monedas en los intercambios de Rusia con los países de la OCS y la UEE conforma más del 90 por ciento.
En tanto, el yuan de China es considerada una moneda que «se populariza», lo que marcha también al influjo de la extensión de lazos comerciales de esa nación con diversas regiones. Por primera vez en 2023, su empleo superó al dólar en las operaciones comerciales internacionales de ese país.
Con igual fuerza se despojan del dólar las relaciones entre Beijing y Moscú. Según se confirmó tras el más reciente encuentro de Putin y su colega chino, Xi Jinping, en mayo, el 95 por ciento del comercio entre ambas naciones se realizaba sin el dólar para diciembre de 2023, lo que superó la meta fijada, por valor de 200 000 millones de dólares.
Tales antecedentes explican las expectativas que anteceden a la Cumbre de Kazán, sobre todo, después que la cita de Johannesburgo dejó en el tintero un asunto que no parece todavía definido ni cercano: la posibilidad de que los Brics instauren una moneda única.
No obstante, el horizonte que ese entramado abre a los países dependientes y agobiados por las presiones y los castigos de EE. UU., invita a formar parte.
Aunque la moneda única puede que no se materialice aún, ha trascendido que están sobre la mesa variantes con similar fin como el establecimiento de una plataforma para pagos internacionales utilizando una moneda digital, un sistema de pago común, un depósito de liquidación, entre otras.
Más temas abren conjeturas. Para algunos analistas, por ejemplo, la carencia de una estructura institucional del grupo, que solo cuenta con una presidencia rotatoria, podría ser un punto en desventaja.
Ello no ha afectado el crecimiento y desarrollo de los Brics hasta hoy. Sin embargo, el crecimiento del conglomerado y del deseo de integrarse a él, parece aconsejar que se instrumenten normas.
Hacia esa dirección iría dirigido uno de los puntos de la agenda de la reunión, según el canciller brasileño, Mauro Vieira, quien adelantó que en la cita se pretenden conformar los términos que rijan la entrada de nuevos miembros, de cara a otra ampliación.
Vieira afirmó que su país aboga por formar un grupo de naciones aliadas a los Brics con la categoría de asociados, y establecer un conjunto de normas que regulen su proceso de expansión.
Resulta lógico que la Cumbre de Kazán despierte el amplio interés que concita al más alto nivel, como lo confirma el hecho de que 32 países de 38 invitados ya hayan confirmado su asistencia y, de ellos, 24 estén al nivel de jefes de Estado o Gobierno. Entre ellos debe contarse al titular de la ONU, António Guterres, quien ha dicho que participará, según el sitio web de noticias de las Naciones Unidas.
Más de 200 actividades paralelas estás previstas, lo que no solo augura días casi festivos para la ciudad de Kazán, la más poblada de la república rusa de Tartaristán.
Además, la Cumbre será una oportunidad para que Moscú demuestre su poder de convocatoria, credibilidad y mantenida fuerza política pese a la animadversión de Washington y Bruselas y, en su calidad de anfitriona y presidenta pro tempore de los Brics, sea escenario de otro paso del grupo a favor del mundo multipolar.