Un año de matanzas de decenas de miles de personas y la destrucción de infraestructura, los crímenes, detenciones masivas, tortura y todo tipo de abusos en Cisjordania y Gaza no bastaron. Los renovados bombardeos a improvisados campos de refugiados, el abusivo desplazamiento continuo de millones de civiles, el exterminio, no consiguen doblegar la firmeza y resistencia de la población palestina, arraigada a sus hogares y su tierra.
El intento de extirpación y limpieza étnica solo consiguió el repudio internacional, el aislamiento de Israel y una crisis interna, económica, política y social que Netanyahu intenta aplacar erigiéndose ahora defensor de presuntos valores occidentales amenazados por Irán, al que viene provocando con acciones cada vez más aventuradas.
Las calibradas respuestas militares de Teherán, tratando de evitar víctimas civiles, que sirvan de pretexto para una escalada, pusieron al descubierto en su más reciente episodio las brechas del tantas veces elogiado sistema de defensa antiaéreo israelí, que no logró evitar la caída de cohetes en varias bases militares.
Irán lanzó casi 200 misiles balísticos contra Israel en respuesta a múltiples escaladas israelíes en la región, incluido el asesinato el 31 de julio del jefe político de Hamás, Ismail Haniyeh, en Teherán. Tras el ataque, Estados Unidos dijo que trabajaría con Israel para garantizar que Irán enfrente «graves consecuencias» por el ataque.
Solo el indispensable auxilio de Estados Unidos impidió una mayor calamidad.
Esa es la táctica utilizada por el desesperado gobernante israelí, que intenta involucrar directamente a Estados Unidos y su potencial bélico en un golpe demoledor a la Revolución Islámica y su influencia en la región.
La prensa norteamericana informa y debate la posible implicación de efectivos y armamento desplegados en la región como un hecho casi inevitable, que el actual administrador de la Casa Blanca deberá asumir, como un compromiso inevitable con su privilegiado aliado.
Estados Unidos analiza la idea de apoyar el esperado ataque de Israel contra Irán con inteligencia o con ataques aéreos propios, informó NBC News el martes último, citando a funcionarios anónimos.
La peligrosidad de los preparativos bélicos adquirió mayor relevancia al día siguiente, cuando Biden sostuvo una conversación telefónica de 30 minutos, en la que estuvo presente la vicepresidenta Kamala Harris, candidata del gobernante Partido Demócrata en las elecciones del 5 de noviembre.
Según informó la portavoz de la Casa Blanca, Karine Jean-Pierre, el presidente Biden y Netanyahu discutieron la esperada respuesta de Tel Aviv al ataque con misiles de Irán contra Israel el 1ro. de octubre. De hecho, una confirmación de que ambos gobernantes van juntos en la próxima aventura. Una increíble guerra anunciada, que también repercutirá en Líbano, donde Israel emprendió desde finales de septiembre una cruenta agresión que ha dejado a más de 2 000 muertos, en su gran mayoría civiles, varios miles de heridos y alrededor de un millón de desplazados, así como un alto número de personas que han perdido viviendas y bienes.
Un comunicado de la Casa Blanca indicó que Biden afirmó a Netanyahu el «derecho de Israel a proteger a sus ciudadanos de Hezbolá», que según el mandatario «lanzó miles de misiles y cohetes contra Israel solo durante el año pasado», una luz verde a los asesinatos masivos que trató de balancear con el llamado a la «necesidad de minimizar el daño a los civiles, especialmente, en Beirut».
Además, Biden instó a Netanyahu a planificar el «día después» de las operaciones terrestres en el Líbano. Washington intenta aprovechar el presumible debilitamiento de Hezbolá y su influencia política y la de Irán, para intentar hacer elegir a un nuevo presidente en Líbano, que responda a sus intereses y los de Israel.
Irán advirtió a Tel Aviv contra sus planes de revancha que pueden desencadenar una peligrosa espiral bélica y enfatizó que su respuesta será decisiva en este caso.
Se informó que Biden y Netanyahu acordaron mantenerse en estrecho contacto en los próximos días, ya sea directamente o a través de sus equipos de seguridad nacional.
Por su parte, el ministro de Defensa de Israel, Yoav Gallant, amenazó el miércoles a Irán con una represalia «letal, precisa y especialmente sorprendente».
«No entenderán lo que pasó ni cómo pasó, pero verán el resultado», afirmó Gallant.
¿Qué clase de operación tan devastadora y con qué tipo de armamento pudiera Israel cumplir semejante amenaza?
Los israelíes han dejado trascender que pudieran atacar en Irán infraestructura militar y de inteligencia, defensas aéreas e instalaciones energéticas, pero esto es lo que se dice públicamente. Del mismo modo que según lo informan los medios, Israel no planea atacar las instalaciones nucleares iraníes en su primera incursión, pero podría hacerlo si Irán contrataca y la situación se convierte en una guerra en toda regla, lo que los funcionarios israelíes creen que es probable que suceda.
El hecho de que el Gobierno sionista declare planes bélicos de tal magnitud evidencia una seguridad y sentido de impunidad que tiene su raíz en el apoyo de la administración Biden-Harris. Y el hecho de subrayar la presencia de la candidata en la crucial conversación con Netanyahu solo puede tener un motivo electoral: el compromiso de Netanyahu a frenar sus devaneos con Trump y la búsqueda de un sólido apoyo del lobby sionista estadounidense a su candidatura.
¿Y si no es un ataque nuclear, qué otro tipo de armamento pudiera infligir la sorpresa y los temibles daños anunciados por Gallant?
Hace seis meses, el 12 de abril, la oficialista Agencia Judía reportó que «Israel podría utilizar un arma de vanguardia con una respuesta excepcional: un ataque electromagnético».
Según la propia fuente, este tipo de ataque no genera daños a los seres humanos, pero crean un gran pulso electromagnético (PEM) en las zonas circundantes, destruyendo por completo todos los sistemas electrónicos.
Una bomba PEM —o varias— contra la República Islámica pudiera destruir su capacidad para comunicarse con sus fuerzas y armamentos y se verá mermada.
El asunto no es ajeno a la industria militar de Estados Unidos ni al Pentágono. El 12 de diciembre, la BBC reportó que Estados Unidos pretendía destruir o inutilizar los misiles nucleares de Corea del Norte mediante el empleo de armas de microondas de alta potencia. El proyecto se desarrolla en las afueras de la ciudad de Albuquerque, en Nuevo México.
«Teniendo en cuenta el estado de la tecnología en el mundo moderno, en el que casi todo funciona a través de medios digitales, este tipo de misil emite microondas de muy alta frecuencia capaces de interrumpir o dejar inactivos los equipos electrónicos», explicó James Fisher, vocero de la base Kirtland de la Fuerza Aérea, en Albuquerque.
Es la misma base que Estados Unidos usó para desarrollar la bomba atómica durante la Segunda Guerra Mundial.
Sharon Weinberger, editora jefe de Foreign Policy, explicó a BBC Mundo que la Fuerza Aérea ha investigado y utilizado el potencial de las microondas como armas durante las últimas dos décadas.
De hecho, Weinberger señaló que Estados Unidos realizó bombardeos electromagnéticos en Afganistán e Irak con el objetivo de desactivar bombas y drones.
Algunos expertos en seguridad —dijo la AJ— advirtieron que un ataque de este tipo por parte de Israel contra Irán lo «devolverá a la Edad de Piedra».
Será posible que con tanta información disponible, Irán y sus aliados no hayan previsto cómo enfrentar este tipo de arma.
La amenaza israelo-estadounidense está en el aire y una vez más el mundo se encuentra al borde del abismo.