Contra todo pronóstico Las Ventas abrió sus puertas para celebrar el Día de la Hispanidad. Esto a las doce de la mañana parecía imposible. Hora a la que jarreaba y el ruedo estaba impracticable. Lo del piso de Madrid roza lo milagroso, más si tenemos en cuenta que por la mañana la lona no estaba puesta. La Monumental, con los colores grisáceos que nos traen el maldito invierno, estaba llena. Preciosa. Una oscuridad a la que nos metía el miedo de ver salir por la puerta de toriles los seis de Victorino Martín. Nada menos. «Playero», que fue el primero, hizo honor al nombre y abría cara aunque remataba hacia arriba, pero pitones tenía para regalar. El toro pasaba en la muleta de Perera sin mucho poder, como desganado, con la ambición justa para acudir a media altura, pero ojo que no estaba claro que en una de esas se quedara a medio camino. Por encima del palillo llevaba los pitones al natural y a la movilidad le faltó entrega. Perera anduvo firme y sólido.
Emilio de Justo bordeó la tragedia en el segundo al llevarse el toro para fuera y cuando ya estaba en los mismos medios resbalarse y quedarse a merced. Tuvo tanta suerte porque ese segundo lo pasó por encima sin intención de nada. Merecido fue que Juan José Domínguez se desmonterara tras poner dos ajustados pares. La faena de Emilio fue de poner el corazón a bombear, porque el animal embestía con cortedad y viveza. De Justo no volvió la cara en ningún momento y defendió el trasteo con honestidad en el mismo centro del ruedo. Hubo emoción en esa corta arrancada y en el planteamiento de faena del torero, que falló a espadas.
Con los vuelos del capote cogió el aire Perera al tercero. Era el toro. El animal descolgó la cara después con temple, pero con el veneno de la casa Victorino que como te despistaras lo más mínimo acababas por los aires. Y así fue. Perera anduvo perfecto. El temple exquisito, naturales de una profundidad extrema, belleza honda porque cada segundo era un huracán de una embestida bellísima, tan por abajo y con ese punto de incertidumbre que da la bravura, la casa albaserrada. Todo tenía una fuerza extrema, un fuego que quemaba. El aviso sonó antes de entrar a matar. Aseguró la estocada, que se le fue un pelín atrás y el toro se tragó la muerte como bravo que era. El tiempo contaba a la contra mientras el tino con el descabello hizo el resto en el descuento. Un trofeo de un gran toro.
Un sustazo nos llevamos con el cuarto, que era pura casta, transmisión y también fiereza. No perdonaba pasos en falso y en mitad de la faena cogió a Emilio de Justo de mala manera. Se quedó desmadejado en el ruedo. De Justo tiene una lesión medular de esta misma plaza que nos trajo recuerdos horribles. Le costó reponerse. No sabíamos si el toro le había calado o no. Al animal le venía mejor un poco de aire entre muletazo y muletazo, al intentar ligar reponía y encontraba los adentros. Lástima que la seriedad y el esfuerzo que hizo Emilio encontrara en la espada la vía de escape.
Perera poco pudo sumar con un quinto descastado.
El sexto fue buen toro y Emilio de Justo se resarció. La vida a veces. En el centro del anillo, de despedida de la tarde y de la temporada, gozar para que lo gozáramos. En las medias y emocionantes arrancadas del Victorino encontró su completo. Relajado, para él, para su Madrid, destellos del toro bueno, pellizcos al corazón de una plaza que un día lo vio caer, y hoy el toreo era cura. Naturales rotos para recordar rebozándose de la embestida del animal. Cierre de faena bonito esquivando la audacia toro. Se perfiló en la suerte suprema entre el silencio más absoluto para prender una estocada punto trasero, que demora con ayuda de dos descabellos. Cayó el premio. Madrid estaba con él. Lo había puesto bocabajo. Buena despedida antes de que nos atrape el invierno.
Las Ventas (Madrid). Toros de Victorino Martín, desiguales. El 1º, movilidad sin humillación; 2º, encastado y orientado; 3º, de profunda arrancada y encastado, gran toro; 4º, encastado, muy vivo y exigente; 5º, descastado; 6º, buen toro. Lleno.
Miguel Ángel Perera, de burdeos y oro, pinchazo, media, aviso, estocada (silencio); aviso, estocada, segundo aviso, descabello (oreja); estocada baja (silencio).
Emilio de Justo, de catafalco y oro, dos pinchazos, aviso, estocada (saludos); seis pinchazos, aviso, estocada (saludos); estocada trasera, dos descabellos, aviso (oreja).