América Latina no ha logrado construir una red ferroviaria eficiente como la de Europa, donde los trenes son clave para la conexión entre países del continente. La falta de inversión sostenida y la prioridad al transporte por carretera y aéreo, sumada a la corrupción y los altos costos de construcción, obstaculizaron este progreso. La geografía compleja también es un reto considerable.
Mientras que en países como Argentina y Brasil los trenes de carga juegan un rol importante, el transporte ferroviario de pasajeros sigue fragmentado. Esto contrasta con Europa, donde los trenes de alta velocidad impulsan una conectividad efectiva y regional. Para América Latina, desarrollar una infraestructura similar sigue siendo un reto a largo plazo, especialmente en términos de financiamiento y voluntad política.
El desarrollo de una red de trenes de alta velocidad en América Latina es limitado por varios factores, incluyendo la preferencia de los gobiernos por otros medios de transporte. Cabe indicar que, aunque existen redes ferroviarias, estas no son competitivas en términos de velocidad ni frecuencia frente a los aviones o automóviles. Además, las largas distancias hacen que el tren no sea una opción viable para viajes interurbanos de larga distancia.
La inversión en infraestructura ferroviaria disminuyó a mediados del siglo XX, agravándose en las décadas de los 80 y 90, cuando los países latinoamericanos comenzaron a abandonar los proyectos de trenes de pasajeros en favor del transporte de mercancías. La operación de trenes requiere altos costos debido a la necesidad de personal especializado y mantenimiento continuo, lo que complicó el sostenimiento de redes ferroviarias.
Otro factor que obstaculizó el desarrollo de trenes de alta velocidad es la competencia del transporte aéreo, que ha visto una reducción de precios significativa en las últimas décadas. Los vuelos se convirtieron en una opción más accesible y conveniente para muchos, lo que reduce la demanda de trenes de larga distancia. En este contexto, los proyectos ferroviarios han quedado rezagados ante el crecimiento del sector aeronáutico.
La corrupción también es un problema recurrente que afecta la infraestructura en América Latina. Diversos escándalos de desvío de fondos, sobrecostos y licitaciones amañadas frenaron el avance de nuevos proyectos ferroviarios, creando una barrera adicional para la modernización de los sistemas de transporte. Las redes de trenes que aún operan, se enfocan principalmente en el transporte de mercancías.
Las redes ferroviarias en Europa son reconocidas por su eficiencia y conectividad, uniendo varios países del continente a través de trenes de alta velocidad. Servicios como el Eurostar y el Thalys permiten a los pasajeros viajar rápidamente entre ciudades clave como París, Bruselas, Ámsterdam y Londres. Estos trenes reducen significativamente los tiempos de viaje, haciendo que el tren sea una opción competitiva frente al avión para distancias cortas y medianas, y además son una alternativa más sostenible.
Otra conexión internacional importante es la del TGV (Train à Grande Vitesse) de Francia, que no solo cubre rutas nacionales, sino que también se extiende a países como Suiza, Italia, España y Alemania. Esta red de alta velocidad ha sido clave para promover el turismo y los viajes de negocios en Europa, integrando ciudades con una infraestructura moderna y altamente competitiva.
El proyecto Connecting Europe Express, parte del "Año Europeo del Ferrocarril", mostró el poder unificador de las redes ferroviarias al atravesar 26 países en más de 100 ciudades. Este tren resaltó no solo la conectividad actual, sino también los esfuerzos de la Unión Europea por mejorar la interoperabilidad y reducir las barreras entre las distintas redes nacionales.
En América Latina, varios proyectos ferroviarios están en desarrollo con el objetivo de mejorar la conectividad y fomentar el crecimiento económico. Uno de los proyectos más ambiciosos es el Corredor Ferroviario Bioceánico, que conectará el océano Pacífico en Perú con el Atlántico en Brasil, pasando por Bolivia. Este corredor promete facilitar el comercio intercontinental, reducir costos logísticos y mejorar la competitividad de las industrias de los países involucrados, además de reforzar las relaciones comerciales con China, que está financiando gran parte del proyecto.
En Perú, el proyecto del Ferrocarril Lima–Barranca está diseñado para conectar diversas ciudades a lo largo de la costa norte del país. Este proyecto no solo reducirá el tiempo de viaje y aliviará la congestión vehicular, sino que también tendrá un impacto positivo en la reducción de emisiones de gases contaminantes, impulsando el desarrollo económico y logístico en la región.
Otro proyecto destacado en Perú es la modernización del Ferrocarril Huancayo-Huancavelica, conocido como el Tren Macho. Esta renovación incluye la modernización de estaciones, puentes y túneles, así como la incorporación de un sistema de señalización moderno. Se espera que este proyecto, con una inversión significativa, mejore la conectividad y el acceso a servicios esenciales en las regiones de Junín y Huancavelica.