Desde que comenzó la invasión rusa de Ucrania, su presidente Volodímir Zelenski es la tercera vez que se entrevista con el Papa. El viernes pasado Zelenski y el presidente del Gobierno español coincidieron en el Palacio Apostólico para ser recibidos por Francisco. Esta coincidencia (¿fortuita?) restó importancia a la presencia de Pedro Sánchez en la Ciudad Eterna, ignorada por los medios italianos, y no sólo.
Vestido con su habitual pantalón caqui y la sudadera militar con el tridente bizantino, permaneció con Francisco 35 minutos. El intercambio de regalos rompió la habitual rutina. Mientras el Papa le obsequió con una escultura de bronce que lleva esculpida la frase «La paz es una flor frágil», Zelesnski le entregó un cuadro titulado «El horror de Bucha con los ojos de Marichka», una niña delante de la cual los soldados rusos torturaron y mataron a su padre, a su madre y a su abuela.
No siempre las relaciones entre Bergoglio y el presidente ucraniano se han deslizado con tranquilidad. El último «incidente» se produjo cuando el Papa en una entrevista a una televisión suiza invitó al gobierno de Kiev a entablar negociaciones de paz, lo cual se interpretó como una invitación al rendimiento. Fue necesaria la intervención del secretario de Estado, el cardenal Pietro Parolin, para aclarar que para el Vaticano la primera condición para la paz es poner fin a la agresión.
Esta vez las conversaciones han girado en torno a la acción humanitaria que la Santa Sede está desarrollando: envío de medicinas y alimentos y mediación con las autoridades rusas para que devuelven a su patria a niños sacados a la fuerza de sus casas y de su patria. Mientras, no cesan sus impulsos al más alto nivel para un inmediato alto el fuego y la apertura de conversaciones diplomáticas.