Los canarios son un pueblo migrante desde el siglo XVI y hasta los años ochenta del XX, que es en términos históricos 'el otro día'. Partieron a América Latina y El Caribe en barcos pesqueros, sin papeles y sin garantías, encomendándose al buen humor del viento Alisio
Dicen los historiadores que cualquier acontecimiento del que aún existen testigos presenciales es historia reciente. Todos los hogares canarios conviven con historias de familiares que se marcharon a Cuba o Venezuela en embarcaciones clandestinas, sin papales, a veces hasta sin motor de explosión, encomendándose a las velas y al fiel viento Alisio. Todas esas historias han forjado toda una relación con el mar, con los otros y ha quedado impresa en la forma de hablar, en recetas y en folías o malagueñas. Un intercambio es de ida y vuelta; ya que sabemos que los canarios en su proceso migratorio aportaron a países de América Latina y el Caribe toda una forma de hablar o ideas políticas que contribuyeron a cambiar el destino de naciones enteras. Los movimientos migratorios suceden en momentos de necesidad extrema, cuando la idea de lanzarse a un viaje en un barco pesquero, es mejor que permanecer en la propia tierra. Lo deseable sería un mundo donde el norte global no siga abusando de las relaciones neocoloniales y que nadie tuviera que verse obligado emigrar, pero, una vez se produce, lo que nos dice la Historia es que surge la mayor riqueza y, si acaso, el único aspecto positivo de la globalización: el intercambio y enriquecimiento cultural, porque lejos de lo que nos han contado, las civilizaciones tienden a construirse desde abajo, desde las decisiones cotidianas que se toman a la hora de hablar, relacionarse, cocinar, divertirse, en las creencias más íntimas, las que sobreviven incluso a leyes, decreto, bandos o edictos.
Es la reflexión a la que nos invita el hallazgo de unos grafiti en los cayucos que habían sido llevados a Arinaga (Gran Canaria) para ser destruidos. En sus popas pueden leerse los nombres de Telémaco, Elvira, otrora veleros que atravesaron el Atlántico cuando los que migraron fueron los canarios que, hartos de esperar a que lloviera, viendo el hambre a la que estaban condenados decidieron que el horizonte no iba a ser una trampa, ni las rejas de un penal.
La propia palabra cayuco es un préstamo lingüístico de los indios tainos “igual que canoa, o que maní, o que barbacoa”, comienza aclarando el catedrático Manuel Vicente Hernández, Doctor en Historia por la Universidad de La Laguna. “El nombre se puso aquí en Canarias, porque cayuco se llama una embarcación mayor que una barca o que una canoa o patera, y menor que un barco”.
Hernández, que en su producción académica ha abordado el tema de las migraciones canarias en publicaciones como La emigración canaria a Venezuela a través de la historia (Le Canarien, 2023), cuenta a esta redacción que el impulso de los canarios a seguir al viento Alisio se remonta al siglo XVI y que esos movimientos migratorios no cesaron hasta los años años ochenta del siglo XX.
El historiador advierte que la situación geográfica de las Islas Canarias es “muy especial”. El flujo de los vientos Alisios y las corrientes marítimas tienden a llevar a las embarcaciones al otro lado del Atlántico, de una manera más natural que como tenderían a ir a Senegal o a la Península Ibérica. “Nuestras corrientes van para allá”.
Canarias tuvo comercio desde el siglo XVI con América. Por tanto, era un sitio estratégico fundamental y en los periodos de carestía o crisis económica, la gente buscaba alternativas al otro lado del mar. Eran emigraciones fundamentalmente familiares, lo que se llama cadenas migratorias, y esto es fundamental para entender la gran influencia de los canarios en la cultura de El Caribe.
“Por ejemplo”, relata Hernández, “a mediados del siglo XVII hay una gran crisis en Canarias, después de la independencia de Portugal. Entonces, hay que buscar nuevas alternativas. Y en esa época, el último tercio del siglo XVII, fue una época de expansión tanto en Cuba como en Venezuela”.
El hecho de que las migraciones fueran familiares y pudieran tener acceso a pedazos de tierra, les permitió dedicarse al cultivo del cacao, a la ganadería, en el caso venezolano, o del tabaco en el caso cubano, y buscar su futuro.
También, en aquellos casos, la emigración era una decisión motivada por la necesidad y se lanzaban a la mar principalmente las familias más pobres, “de hecho muchas mujeres con hijos, abandonadas por sus maridos, o que quedaron embarazadas y con la vergüenza pública antes del matrimonio, se apuntaban ahí. Y eso se hizo sobre todo hacia la migración, hacia, por ejemplo, los sitios más pobres que La Corona Española quería poblar, porque si no, se perdían como en el caso de la República Dominicana y de Puerto Rico”.
Cada periodo migratorio de los canarios a América Latina y El Caribe estuvo marcado por la coyuntura económica y también por la situación política de los países de destino, así, por ejemplo las migraciones del XIX, se dan en condiciones similares a la esclavitud.
“En el siglo XIX se hizo un sistema que se llamaba las contratas, que se practicó tanto en Cuba como en Puerto Rico, que todavía seguían siendo españolas durante todo el siglo XIX, y en las nuevas repúblicas, sobre todo Venezuela y Uruguay, que eran las que tenían más relaciones con Canarias”.
La contrata consistía en un contrato que quedaba fijado en Canarias, antes del viaje de familias enteras, “ y después te subastaban ante los hacendados. Y tenías que pagar el precio del pasaje que te lo descontaban del sueldo”. Hernández explica que muchos canarios se rebelaban contra este destino fugándose al interior de Venezuela y empezando de cero con un trocito de tierra.
Es el caso famoso de uno que llamaban “El Tornillo”, que era procedente de Los Sauces, una zona rural del Paso, en La Palma, que migró con lo puesto y se dedicó en la zona de Quíbor, una zona en principio desértica en la que los canarios ya estaban desde el siglo XVII, y montó todo un imperio agroganadero, aprovechando las aguas fecales del municipio“. Es tan solo un ejemplo de cómo los canarios buscaron sus alternativas de futuro. ”No es lo mismo en el siglo XVIII o el XIX, que básicamente eran agricultores y ganaderos, que en la emigración de los años cincuenta, que también aparece el sector servicio, una cierta industrialización, ahí también estuvieron los canarios, pero el rasgo más singular de los canarios han sido siempre dos cosas muy importantes que han aportado frente al resto de las emigraciones; una, que es formador de pueblos, agricultor; y en segundo lugar, la elevadísima presencia de las mujeres. Frente a las emigraciones, por ejemplo, peninsulares, que el 90% eran varones, los canarios han aportado un elevado porcentaje de mujeres. Y eso explica, además, por qué han influido tanto en la cultura del Caribe español o en el habla“.
Y las ideas también fueron de ida y vuelta. Ideas políticas, nuevos impulsos democráticos, nacionalistas o republicanos. “Los canarios tenemos en común con los americanos que somos un territorio criollo, conquistado por España y, por tanto, tenemos una mentalidad de hijos de españoles de sociedad mestiza y por eso todos nuestros movimientos e ideas juegan en América un papel fundamental porque al fin y al cabo hemos emigrado constantemente”.
El caso de El Telémaco nos habla de condiciones de navegación terribles que, pese a la ventaja que propiciaban los vientos Alisios, la gente viajaba en condiciones de hacinamiento, viéndose obligada en ocasiones a beber agua salada, conviviendo con enfermedades. Sus ocupantes tras sobrevivir a lo indecible en el Atlántico, fueron incluso metidos en campos de concentración, “donde sabemos que, al menos ocho murieron, aunque sabían que a la larga el gobierno de Pérez Jiménez tenía que aceptarles, y de hecho la presión de la cantidad enorme de canarios que emigraron, llegaron a abrir las puertas y a negociar con Franco”.
En el caso de El Elvira también viajaron hacinados, “porque era un barco de pesca, o era un barco incluso, un medio yate, que metían a más de cien personas, y el agua dulce ocupaba mucho espacio, y los alimentos”. Los ocupantes de esta embarcación precaria terminaron en Carúpano, Venezuela.
Pero, existe una diferencia muy importante entre la emigración del siglo XX y el resto de las emigraciones que conviene señalar: la emigración del siglo XX es una emigración con un alto índice de retorno.
Tanto la de Cuba, que llega hasta el crack del 29, que es elevadísima, mientras que se cierra la frontera de Venezuela con el gobierno de Juan Vicente Gómez. “Y después de los años 30 empieza la emigración a Venezuela”. Esto explica que las huellas culturales de Cuba y Venezuela sean tan grandes hoy en el Archipiélago, porque históricamente ese retorno fue el otro día.
“Pero son de gente que quiso dejar a su pueblo sin haber retornado su herencia. Es por ejemplo el caso del famoso Nicolás Estévez Borges que vivió todo su vida en La Habana y fundó el Hospital de Mujeres de San Francisco de Paula y donó una cruz de plata de 49 kilos de peso, de filigrana a su pueblo natal en Icón, que todavía se conserva allí. Y él jamás volvió”.
Actualmente, nos preguntamos, cómo explicarán en aldeas pueblos de Senegal y Mauritania que los jóvenes parten a un viaje a Europa y se los traga la mar, o más nunca se sabe de ellos, pero sí sabemos cómo vivieron ese silencio las familias canarias, especialmente las mujeres que quedaban en una especie de limbo civil a los ojos de todos.
Dado que no estaba permitido legalmente el divorcio, guardaban luto hasta que no se demostrara oficialmente que sus maridos habían muerto en el mar. “Y era un problema enormemente complicado”, explica Hernández, “porque muchas veces los hombres se metían en el interior de Venezuela o de Cuba y quién sabía dónde estaban. La cultura popular sabe que el mar es la muerte”.
El punto cubano, la décima en Venezuela es de ida y vuelta, “que encierra tantos elementos de melancolía. Como la folía, que se llama igual en Venezuela. O nuestra malagueña, que es el antiguo fandango”. La folía, música que quedó atrapada en la cultura popular canaria, encierra toda la magua de los pesares de la historia de un pueblo. Los emigrantes canarios mataban el tiempo durante la travesía cantándolas y jugando al envite. Rezando para que el viento fuera propicio y no se adelantara la temporada de huracanes en el Atántico y anhelando:
Todos los canarios
desean volver
al terruño amado
que les vio nacer.
Folías a Venezuela.