"Al principio me tuve que imponer porque la gente llegaba a la granja y, al verme, me preguntaba ¿dónde está el dueño? Y yo decía: ¿cómo que dónde está el dueño? La dueña soy yo", explica María Ángeles, ganadera de Ordial de la Barca (Asturias).
Así rememora María Ángeles Díez (El Pedregal, Tineo, 1963) sus inicios en la cría de ganado vacuno y porcino, con motivo de la celebración del Día Internacional de la Mujer Rural, este 15 de octubre. Esta ganadera asturiana participó la pasada semana en el acto 'El rol de las #MujeresRurales' de la Fundación Microfinanzas BBVA (FMBBVA), que atiende a tres millones de emprendedores en situación de pobreza, 1,7 millones mujeres, de las que un tercio de ellas vive en zonas rurales.
Junto a la agricultora chilena Verónica Contreras, compartió los retos y dificultades que tienen las mujeres rurales en España y en América Latina. María Ángeles vive en Ordial de la Barca desde hace más de dos décadas. De tradición familiar ganadera, al principio, no quiso dedicarse al campo y estudió un módulo de grado medio de Administración y trabajó como administrativa durante siete años.
Fue la maternidad y la imposibilidad de conciliar su vida personal y profesional lo que le empujó al mundo de la ganadería, que le daba la oportunidad de organizar su tiempo sin renunciar al cuidado de su hija.
Según su testimonio, recogido por Europa Press, María Ángeles arrancó con una granja de cerdas madres y después de que su padre enfermara hace nueve años, se hizo cargo de su explotación de vacas asturianas de los valles. En la actualidad, dirige ambas ganaderías, junto a su marido.
Para María Ángeles, la ganadería en España es todavía una actividad masculinizada. Aunque reconoce y celebra que tanto el sector, como la sociedad en su conjunto están cambiando, cree que queda mucho por hacer para acabar con las desigualdades. LOS OBSTÁCULOS DEL DÍA A DÍA
Entre los obstáculos que enfrenta cada día, la ganadera asturiana destaca la brecha digital, la conectividad, la falta de financiación y de ayudas. Por ello, le cuesta animar a las más jóvenes a que emprendan en las zonas rurales. Forma parte de la Confederación de Federaciones y Asociaciones de Familias y Mujeres del Medio Rural (AFAMMER).
La chilena Verónica Contreras también procede de una familia de agricultores y sus primeros recuerdos los construye entre lechugas y nadando en el río. "Mi vida siempre ha girado en torno a la naturaleza. Eso me mantiene joven y me permite ser libre", confiesa la agricultura que cultiva aguacates y alcachofas.
Como hiciera su madre, durante muchos años trabajó como temporera para empresas exportadoras hasta que decidió emprender y adquirió su propia plantación para poder conciliar y atender a sus hijos pequeños. Fue entonces cuando conoció a Fondo Esperanza, entidad de la Fundación Microfinanzas BBVA, y se animó a crear el primer banco comunal de su zona, al que ha llamado Las Socias Renacen al Futuro.
"El emprendimiento les permitirá llevar una nueva vida, crear y aportar a la economía del hogar. Cultivar la tierra es renacer. Los jóvenes emprendedores que se incorporan al banco comunal nos hacen renacer con miras al futuro", indica Verónica, quien anima a las mujeres jóvenes rurales a emprender.
Adriana Lucía Longos tiene 26 años y vive en Timbío, un municipio del departamento del Cauca (Colombia). Esta joven estudió administración de empresas agropecuarias y realizó un curso sobre café y cómo preparar bebidas a base de este producto. Junto a sus abuelos, tiene una finca donde cultivan y recolectan el café, y se encargan del empaquetado para su tienda Tintos del Campo, la primera tienda rural de su zona.
"Somos el resultado de que los sueños sí se pueden cumplir", asegura Adriana Lucía, que tuvo que cerrar su primera tienda tras la pandemia y ha padecido situaciones de amenazas por parte de grupos armados de su municipio. Pese a todo, continúa "construyendo e innovando para implementar nuevos procesos de calidad en la producción" y quiere formar a jóvenes en el trabajo de la trilla y tostado del grano, para que puedan encontrar una salida profesional en el mundo del café.
En la localidad peruana de Pedregal, en Arequipa, vive Carmen Soto. Esta agricultora, de 75 años, produce maíz para el consumo de su ganado. Junto a su marido, quiso compaginar el cultivo con la ganadería y empezó con la cría de toros y vacas lecheras, pero la falta de forraje le obligó a abandonar el proyecto.
Tras perder una cosecha de patatas, Carmen buscó apoyo financiero y acudió a Financiera Confianza, entidad peruana de la Fundación Microfinanzas BBVA. Con el préstamo, volvió a sembrar, esta vez quinua, con resultados modestos porque este tipo de cultivo requiere de muchos recursos.
No obstante, esta mujer no se rindió y volvió a la siembra de maíz para alimentar a su ganado. Con el forraje que obtienen del maíz, alimentan a sus animales, y con la venta del ganado obtienen la ganancia suficiente para pagar sus créditos y seguir invirtiendo en su producción. Han pasado de tener 20 cabezas de ganado a 40.
"Nuestro negocio está creciendo. Estoy feliz de trabajar en la tierra. Hay trabajo, pero son muchas horas. En la agricultura no tenemos horarios ni feriados, todos los días son iguales, no hay descanso. Sin embargo, el campo nos da libertad y satisfacción", afirma.
A otras mujeres que buscan progresar y mejorar su calidad de vida, Carmen les aconseja que "se eduquen en la agricultura". "Es cansado, pero es seguro y propio. Que sean fuertes y valientes y que no esperen solo a recibir la ayuda de sus parejas", recomienda.