Mientras el blanqueo avanza, el mercado observa como la brecha cambiaria se acerca a niveles mínimos y en el Ministerio de Economía aseguran que ya tienen garantizados los dólares necesarios para cubrir los vencimientos de deuda en 2025, muchos economistas se preguntan de dónde obtendrá el Gobierno las divisas para afrontar esos compromisos, atender la demanda de importadores y recomponer las reservas del Banco Central.
La respuesta inmediata es una combinación del Repo (entrega de valores a cambio de dólares con un pacto de recompra a corto plazo) que está negociando Economía con entidades financieras, algunas inversiones que ingresen por las facilidades que otorga el RIGI, emisiones privadas en el exterior, renovación de vencimientos con el FMI y hasta un eventual canje de bonos, además de los dólares del blanqueo que los bancos vendan al BCRA para alimentar préstamos de prefinanciación de exportaciones y el saldo favorable de la balanza comercial.
Y la solución de más largo plazo tiene que ver con este último ítem, más precisamente con la nueva fuente de generación de divisas que tiene un país acostumbrado a vivir del campo.
La máquina de hacer dólares en la Argentina ya no es exclusividad del campo. Opera hoy a todo ritmo en Vaca Muerta, un territorio árido, yermo, en el que los cultivos y el ganado no forman parte del paisaje porque la riqueza no está a la vista. Por el contrario, yace tres kilómetros bajo tierra, donde el petróleo y el gas aguardan en una estrecha franja de lutita por una extracción -fractura hidráulica mediante- que se multiplica día a día, hasta alcanzar en la actualidad récords de producción y exportaciones en al menos dos décadas.
El resultado es una balanza energética que pasó de ser deficitaria en 4000 millones de dólares en 2022 a superavitaria por esa misma cifra este año, con solo el 8% de las áreas con potencial de shale desarrolladas. Y que a partir de una inversión intensiva en la explotación del gas y el petróleo no convencional proyecta trepar a u$s 7000 millones de saldo favorable en 2025, en una escalera ascendente que para 2031 prevé llegar a los u$s 25.000 millones de superávit, gracias a ventas al exterior que alcanzarían los u$s 30.000 millones, cifra solo comparable con la que genera el sector agrícola.
Claro que para que eso ocurra, será necesario concretar la reversión del gasoducto que une a la Argentina con Bolivia, de manera de tener un canal por dónde concretar las exportaciones a Brasil. Y completar el oleoducto que vincula a la cuenca neuquina con Punta Colorada, en Río Negro, para multiplicar por esa vía las ventas de barriles de crudo al exterior desde 2026.
Todo ello, además de la construcción de la planta de GNL que sigue activa, más allá del paso al costado de Petronas en el proyecto, y la confirmación de la llegada de un buque de licuefacción en 2027 a Puerto San Julián.
De esa manera, se espera poder alcanzar mercados lejos de las fronteras y conseguir así, gracias a la exportación de energía, los dólares que disipen la permanente duda sobre la economía nacional y saquen a la Argentina del pozo.