El oficialismo está feliz no sólo por sus triunfos, sino también por algunas de sus derrotas. La forma en que ha quedado el reparto del poder luce ideal para el porvenir de Morena. Sobre todo porque, como decía el innombrable ex, lo que está muriendo no acaba de morir.
Qué mejor escenario para Morena que una larga agonía o, si no se quiere ser tan dramáticos, una atonía de los actuales partidos de oposición. Si éstos no desaparecen, mejor para el nuevo régimen, pues le servirán al impedir nuevas expresiones e incluso defecciones.
La renovación de liderazgos (es un decir) en el Revolucionario Institucional y en su otrora antítesis Acción Nacional son la mejor noticia para un movimiento que quiere cambiar todas las reglas y que para ello necesita mantener, antes que nada, compactos a los suyos.
El atrabancado proceso en el PRI ha quedado ya en firme, pues el Tribunal Electoral –con una mayoría siempre dispuesta a agradar a Morena– ratificó que la presidencia de Alejandro Alito Moreno es legal y que sus detractores se pueden ir con su música a otra parte.
Larga vida al PRI habrían dicho en no pocas oficinas presididas por preclaros morenistas luego de conocerse que el campechano es inamovible en el futuro cercano (claro que hablar de futuro y priismo parece un exceso, pero se entiende que cada día cuenta).
En la acera panista, sin provocar un debate acorde a los riesgos que para tantos supone la tendencia de Morena a no dialogar y menos negociar, el partido que nació para enfrentar a gobiernos cerrados está a un mes de despedir a su fracasado líder sin impedirle un dedazo.
Si se confirma el pronóstico de que el PAN será de Jorge Romero, si al renovar dirigencia ese organismo no entra en un proceso de revisión y cambio –cosa que no se ve por dónde–, entonces 2024 habrá sido un año redondo para Morena, y no sólo por sus muchos triunfos.
Una oposición así es para Claudia Sheinbaum herramienta ideal para lidiar con los apetitos internos, con conflictos en casa: cualquier rejego le resultará menos costoso al no existir la opción de que ese disidente amenace con jugar por fuera lo que cree que le regatean dentro.
Cómo serán de débiles las bancadas no morenistas que en el Senado, cámara donde la oposición estaría a un solo voto de poder bloquear cambios constitucionales, nadie piensa, ni en drogas, que algún morenista podría ser seducido para migrar y frenar al gobierno.
En la Secretaría de Gobernación van a atender a las y los chicos de la oposición. Que estén contentos. Que se sientan escuchados. Que incluso lleguen a creerse parte del sistema. Les cuidarán como se cuida a las mascotas: sin quitarles la correa, sin levantar el cerco.
Porque a una oposición así hay que procurarla, sin duda. Es la mejor inversión. Dan fachada de democracia y argumento de pluralidad a un costo muy bajo: pierden más de 50 por ciento de las posiciones cada vez que van a las urnas; y en el Congreso, ¡ni los debates ganan!
Dejo en duda, sólo por tratar de ser justo, a Movimiento Ciudadano, organización que también habla de pronto de redefinir liderazgos.
¿El gobernador (es un decir) de Nuevo León resurgirá de su racha de fracasos? ¿Álvarez Máynez tiene un plan? ¿Pablo Lemus será figura nacional? Demasiadas dudas confirman que, así sea de otra forma, tampoco es una oposición que por hoy incomode a Morena.
Los partidos opositores lucen como útil tapón para servicio del régimen. Vaya.