No se trata ahora de ocupar tierras, salvo las necesarias para instalar los centros de datos y de cómputo o las sedes de las empresas, pero sí de colonizar el mundo de los bits para aumentar los beneficios y también el poder, y con este, seguir aumentando los beneficios
Llamamos el Viejo Oeste a los hechos históricos que tuvieron lugar tras la Guerra Civil estadounidense y los primeros años del siglo XX. Supuso la expansión hacia el Pacífico de la frontera de los Estados Unidos. Durante ese tiempo se produjo una intensa y cruenta colonización y expansión hacia el oeste del país, marcada por un buen número de hechos históricos, como la fiebre del oro, el despliegue del ferrocarril, la caza del bisonte hasta su exterminio y la salvaje confrontación con las tribus nativas americanas.
Hoy esa misma ambición de expansión, no digo que las formas, se manifiesta en un nuevo escenario que bien podríamos llamar el Nuevo Oeste, y que está representado por la California contemporánea, en particular por Silicon Valley. Ahora no se trata de ampliar las fronteras físicas, sino las del mercado de la economía digital, con la inteligencia artificial a la cabeza.
No se trata ahora de ocupar tierras, salvo las necesarias para instalar los centros de datos y de cómputo o las sedes de las empresas, pero sí de colonizar el mundo de los bits para aumentar los beneficios y también el poder, y con este, seguir aumentando los beneficios.
Solo gigantes tecnológicos como Alphabet, Microsoft, Amazon o Meta, con el permiso de algunas compañías chinas como Baidu, Alibaba, Tencent o Huawei -aunque estas mucho más pequeñas y operando sobre todo en su propio mercado-, poseen los recursos computacionales, los datos, los expertos y el conocimiento necesarios para situarse en la vanguardia de la investigación y el desarrollo de la IA. Estas empresas no sólo lideran la innovación en IA, sino que también controlan infraestructuras críticas asociadas a los datos y a la computación de altas capacidades, además de las plataformas de computación en la nube, todas ellas esenciales para el desarrollo y despliegue de la inteligencia artificial.
Varias de estas empresas tienen capitalizaciones de mercado que superan los dos billones de dólares, alguna incluso los tres. Inditex, líder mundial en el sector de la moda, batía recientemente su récord, superando los 150.000 millones de euros de valoración, lo que, siendo una cifra enorme, es un orden de magnitud menos que el valor de sus pares tecnológicas.
Este valor de mercado responde sobre todo al hecho de que estas compañías ocupan posiciones claramente dominantes en sus sectores. Nvidia es el líder mundial en la fabricación de los chips sobre los que se ejecutan los programas de IA más complejos y sofisticados.
El liderazgo de Microsoft en los sistemas operativos ha menguado algo, pero sigue siendo enorme. Google controla más del 90% del mercado de búsquedas en internet, lo que además le permite recopilar y analizar datos a una escala sin precedentes, mejorando continuamente su motor de búsqueda y con él la denominada publicidad programática, un método automatizado de compra y venta de espacios publicitarios digitales en tiempo real.
No es solo un problema de cuotas de mercado. La dependencia tecnológica del mundo en relación con estas empresas tiene implicaciones más que evidentes para la seguridad nacional y la geopolítica, con gobiernos de todo el mundo observando de cerca cómo dichas compañías y sus tecnologías, productos y servicios pueden alterar el equilibrio global de poder y hasta desestabilizar democracias. Un informe reciente de la ONU afirma que el desarrollo y uso de la IA no puede dejarse al capricho de los mercados y en manos de unas cuantas empresas.
Costaría imaginar un escenario global en el que un puñado de empresas controlase sectores críticos como la educación, la salud, la energía o el transporte. Quizás imaginándolo nos hagamos más conscientes de las profundas implicaciones y los riesgos de que en el caso de la inteligencia artificial sea así. Si una docena de empresas controlasen la educación a nivel mundial no solo se estandarizaría el sistema y la metodología educativa, sino también los contenidos y los objetivos mismos de la educación. Para todos igual, podríamos pensar, pero no sería desde luego para todos por igual, sino más bien: “tantas pagas tanto aprendes”.
El Viejo Oeste tenía la figura del sheriff y poco más. Además, había tanto forajido que muchas veces el sheriff salía malparado. El Nuevo Oeste necesita otras leyes y la capacidad real de aplicarlas.