El porcentaje de inflación que mostró la Ciudad en el mes de septiembre confirma una obsesión del presidente Javier Milei: si hay que priorizar entre el cuidado del equilibrio fiscal, el proceso de desinflación o la reactivación, gana el déficit cero.
Está claro que el trilema que aqueja al Gobierno no es de fácil resolución. Vayamos primero por la noticia más fresca: el Gobierno quiere apuntalar la baja de los precios, y para eso sacrificó los ingresos que le daban un gravamen distorsivo como el Impuesto PAIS. En términos fiscales fue un esfuerzo notorio, pero en los hechos, sus efectos no han sido determinantes. La razón básica es que en muchos bienes el gravamen es un porcentaje menor de los costos. La segunda razón es que la renovación de stocks (por el menor consumo) viene lenta, con lo cual los productos importados con menor porcentaje de impuestos son los que se venderán en el último trimestre del año.
La inflación porteña terminó en 4%. En los hechos, es una desaceleración, lo que anticipa un resultado que igual será positivo para el Gobierno. La buena noticia es que Alimentos aumentó solo 2,2%. El resto de los rubros con mayor incremento responden al sector Servicios. De acuerdo a la enumeración que presentó el ente estadístico de la Ciudad, "Vivienda, agua, electricidad, gas y otros combustibles; Transporte; Salud; Alimentos y bebidas no alcohólicas y Restaurantes y hoteles explicaron 65% del alza del nivel general".
Si Caputo quisiera provocar una desaceleración mayor del índice, podría repetir la estrategia del segundo trimestre del año, donde manejaba las tarifas con un joystick, como graficó el número uno de una gran empresa de servicios públicos. Ponerle un techo al valor que pagan los usuarios es una práctica reiterada por el kirchnerismo (que congeló las tarifas durante 12 años) y replicada también en la gestión de Sergio Massa, que apenas pudo llevar adelante una moderada reducción de subsidios.
En consecuencia, si las precio de los servicios públicos sigue al alza, es porque la necesidad fiscal es mayor al deseo de alcanzar una mayor desaceleración. El recorte de las partidas presupuestarias destinadas a este fin sigue dominando la tijera. ¿Será así hasta fin de año? El Palacio de Hacienda sigue buscando espacio para cambiar las prioridades del trilema. Desinflación y reactivación no han dejado de ser metas relevantes, desde ya. Pero el objetivo dominante es el fiscal.
La recuperación del consumo, a los ojos de Caputo, llegará más por el crédito y el derrame de dólares del blanqueo.