Al periodo posterior a la toma de posesión del cargo de presidente se le conoce como “luna de miel”. Un periodo en el que la sociedad (clase política, medios de comunicación y ciudadanos) no reclama mucho al nuevo mandatario, un periodo en el que se le concede el beneficio de la duda en espera de que cese la inercia del gobierno anterior y comience a mostrar su propia fibra.
A las pocas horas de la toma de protesta de Claudia Sheinbaum como la primera presidenta de México se interrumpió la breve luna de miel al conocerse que, en Chiapas, miembros de la Guardia Nacional abrieron fuego contra un camión de redilas que transportaba decenas de migrantes, dejando un saldo de 6 muertos y una docena de heridos graves. El Ejército, en su papel de policía fronteriza, regaló a la presidenta las primeras muertes violentas de su sexenio.
Apenas unas horas después de la primera masacre oficial del periodo presidencial de Claudia Sheinbaum, se anunció el descubrimiento de doce personas asesinadas en Salamanca. A estas muertes violentas se sumaron dos docenas más de asesinatos sólo en el estado de Guanajuato, que ha arrebatado a Sinaloa el primer lugar de la violencia desatada por el crimen organizado.
El Ejército no está entrenado para contener ni conciliar sino para disparar, y eso hicieron contra los migrantes en Chiapas. El crimen organizado, con presencia en casi la totalidad de los municipios del país, no está en plan de pactar acuerdos entre los distintos cárteles y bandas. La frágil ‘pax narca’ que quiso establecer el gobierno de López Obrador en el noroeste del país se fracturó con la captura del Mayo Zambada. No es una buena noticia que el cártel de narcotraficantes más poderoso del país y uno de los más temibles del mundo esté en pie de guerra interna. Los problemas, sin embargo, no terminan aquí. La luna de miel en muy pocos días se transformó en una luna ensangrentada.
Morena obtuvo en las urnas el 54 por ciento de los votos en el Legislativo. Valiéndose de trampas, interpretaciones sesgadas y con el descarado apoyo de la presidenta del INE, que no oculta su filiación ideológica, Morena se adjudicó una sobrerrepresentación del 74 por ciento que no obtuvo en las urnas. Valiéndose de esa mayoría espuria, se apresuraron a modificar la Constitución, cometiendo de paso irregularidades de procedimiento. Por lo menos una decena de jueces de todo el país presentaron amparos solicitando a la Suprema Corte que revisara la legalidad de lo que se aprobó atropelladamente. La Suprema Corte decidió iniciar esa revisión. Es su papel. ¿Quién tiene la razón?
En una democracia, ¿quién toma la última decisión, el Poder Legislativo o el Poder Judicial? En Derecho se le conoce precisamente cómo “la última palabra”. Es un debate complejo. Por eso mismo me parece un grave error que en Morena hayan decidido caricaturizar ese debate para poder mejor vender ante la ciudadanía la arbitrariedad que están a punto de cometer. Lo han hecho en todos los tonos y en todos los niveles. Desde el militante de a pie que pide la pena de muerte contra los ministros hasta la ministra Batres que ha solicitado que se finquen acusaciones penales contra sus colegas. Las más graves, sin embargo, han provenido del actual presidente de la Cámara de Senadores, Gerardo Fernández, y de la presidenta de la República, Claudia Sheinbaum. Ambos, con diferentes palabras, han expresado que la reforma judicial de López Obrador va a pasar porque va a pasar, pésele a quién le pese. Que las expresiones provengan de alguien como el senador Noroña no es sorpresa. Que las afirmaciones vengan desde la detentadora del Poder Ejecutivo sí es un grave motivo de preocupación porque manda una muy clara señal de que en México el marco legal ha desaparecido y aquí lo único que vale es la ley de López Obrador, que en esencia se resume en su famosa frase: “no me vengan con el cuento de que la ley es la ley”.
Si la presidenta ya consideró el altísimo costo para el país que sus declaraciones traerán consigo, si ya calculó el impacto que tendrá entre inversionistas nacionales y extranjeros que en México se pueda pasar impunemente sobre el Poder Judicial y sus resoluciones, entonces no nos queda sino ponernos el cinturón de seguridad porque iniciamos ya la caída libre.
Un país militarizado, escenario de una guerra civil entre cárteles y bajo la amenaza de que se puede pisotear el Estado de derecho, es todo menos una luna de miel. Es, como le dijo Marcos al presidente Ernesto Zedillo, una bienvenida a la pesadilla.
El gobierno de Sheinbaum inicia con el pie izquierdo sus relaciones con el mundo al suscribir la absurda solicitud de perdón al rey de España. Si Sheinbaum reacciona, ante las probables acusaciones que comenzará a lanzar el aparato de justicia de EU contra el expresidente López Obrador, envolviéndose en la bandera, pulsando la cuerda nacionalista, entráremos a un orden superior de dificultades. No hay que olvidar que el nacionalismo fue la causa directa de los mayores horrores que ha conocido la humanidad en la era moderna.