La reciente visita de un amigo me demostró nuevamente cuánto asombro puede causarnos encontrar a nuestro paso el buen actuar, el embellecimiento del entorno colectivo y, sobre todo, el interés de alguien por el bien común.
«Cuando vi el color de ese edificio, recordé mis paseos por Europa, y los jardines y las flores… ¡Qué limpio y bonito luce todo!», me dijo. Otra vez la comparación con las realidades de otras latitudes irrumpe cuando no concebimos algo así en nuestro paisaje cotidiano. Le expliqué, como a otros, que el deseo del propietario de un establecimiento privado por mantener sus alrededores de esa manera lo impulsó a buscar el consenso con las instancias municipales y, de manera indirecta, lograr el apoyo de todos los vecinos. Sin duda, cuando vemos que ni un papel ensucia la calle o la acera, lo pensamos más de dos veces antes de lanzar el nuestro fuera de los cestos habilitados a cada paso para ese fin.
Escribí sobre la iniciativa en marzo de este año en estas mismas páginas y recibí correos y comentarios de agasajo por publicar «a lo grande» lo que a nivel local se hace. No fueron pocos los que me confirmaron que, en efecto, llegar a esa esquina de La Habana era como llegar a otro planeta.
Sin embargo, hace unos días fue otro el comentario mordaz que escuché, el cual me incita ahora a retomar «la historia del lindo barrio». Alguien me dijo que eso solo fue posible «porque el negocio está en el Vedado y solo en el Vedado puede funcionar algo así», me quedé perpleja. ¿Acaso en otros lares no puede haber alguien con la idea de contribuir al bienestar comunitario y que los habitantes del lugar lo secunden con las buenas acciones?
Suciedad, basura regada en las esquinas, fachadas despintadas y jardines descuidados podemos encontrarlos en cualquier parte, incluso en el Vedado. Y al contrario, podría sorprenderle la limpieza en zonas insospechadas. A partir de ejemplos cotidianos que ve en Centro Habana, La Habana Vieja, Marianao, San Miguel del Padrón, aquella persona intentó convencerme de que mi parecer carecía de fundamento... pero reitero que todo depende del esfuerzo colectivo una vez que alguien da el primer paso.
«Ese negocio seguro tiene tantos beneficios que puede dedicar parte de sus gastos a la limpieza de su vecindario», me replica. ¿Y qué?, pregunto yo. En vez de gastar en otras cosas, decidió hacerlo en el entorno y todos estamos contentos con ello, y de manera general se ha contribuido a la limpieza y la belleza.
Insisto entonces, en primer lugar, en no comparar, aunque resulte inevitable, teniendo en cuenta la escasez de resultados similares en nuestra geografía. Por otra parte, insto a no juzgar a las personas según el entorno físico de donde provienen, porque lo mismo podemos encontrar ciudadanos educados en unos lugares que en otros, y personas que violen las normas elementales de la convivencia social tanto en Miramar como en Guanabacoa.
Mantengamos lo esencial. Las instancias gubernamentales pueden eliminar trabas y proponer, los emprendimientos privados pueden evaluar sus beneficios y aportar con acciones sociales, y todos podemos dar lo mejor de nosotros mismos. Nos asombraremos menos.