Enrique Ponce en todo su esplendor. El valenciano fue más Ponce que nunca en la despedida de la afición de la Misericordia. Ovación de gala con el público en pie tras el paseíllo, el reconocimiento a una historia que en esta plaza ha dejado escrito importantes capítulos. Un cariño que se tornó en fervor por el buen toreo y en el sentir de un triunfo incontestable. Ante el cuarto, un juampedro de 630 kilos, dejó lo mejor de sí, su guante de seda, su poder, las supremas elegancias, y todo siempre a más en una obra para el recuerdo. De mazapán el toraco y de dulce y oro el diestro , que más parecía que estaba disfrutando del día de...
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