Era la una de la madrugada cuando varios balazos despertaron a Elsa H. Eran disparos contra el portón de fierro del comedor popular Señor de los Milagros, que ella dirige y donde también vive con su familia. No salió a ver en ese momento, temiendo una nueva andanada de tiros, pero ya no pudo dormir. En esas horas de insomnio también le llegó un mensaje por WhatsApp: le pedían 20.000 soles y le avisaban que le habían dejado una nota en la puerta.
“Así como te he metido plomo, quiero que sepas algo. Acá vas a transar con la batería por la seguridad de tu familia y la de todos los vendedores del mercado. Caso contrario, date por muerta. Ya sabes. Como se ha muerto la tía de El Trébol”, le decían en el mensaje que llegó a su teléfono. En la nota escrita, que recogió en la puerta, le daban el número al que tenía que llamar para pagar. El corazón se le aceleró.
A las seis de la mañana, Elsa reunió a las veinte asociadas al comedor y les contó lo ocurrido. Juntas hicieron la denuncia a la comisaría del sector. Todas ellas son también las responsables de un minimercado que funciona al costado de su local comunal y donde cada una de ellas tiene un quiosco de venta de distintos productos, como víveres o artículos para la casa. Con ese trabajo mantienen a sus familias.
“Quizá por eso piensan que tenemos plata. Este comedor tiene treinta años y ese es un emprendimiento que hemos hecho después de mucho tiempo. No toda la vida vamos a depender de las donaciones”, explica Elsa.
El mismo día que hicieron la denuncia a la policía, un sujeto dejó un mensaje escrito en un puesto de abarrotes del mercado. “Dele solución a su tema y garantice la seguridad de sus socios y sus trabajadores. Comuníquese [...] Los rayas no la van a cuidar”, le decían en la nota. Más tarde le enviaron un mensaje a otra de las asociadas con el video en el que disparaban contra el local. También se identificaban como ‘La Batería del Viejo’.
La angustia de todas las señoras era tal que, a pesar de haber denunciado el hecho a la policía, decidieron hablar con los extorsionadores a través del WhatsApp. “¿Por qué nos hacen esto? ¿Por qué actúan de esa manera? De dónde les vamos a dar 20.000 soles”, les escribieron. Del otro lado de la línea, alguien les contestaba con insultos y amenazas: “Quiero los veinte mil, tu cabeza está pedida. Quiero los veinte mil y punto, se acabó. Me das esa plata o prepara tu cajón”.
Incluso las señoras ofrecieron pagar 300 soles cada mes, entre todas, para que las dejen trabajar tranquilas. Pero solo volvieron a recibir insultos. A Elsa, su interlocutor le dijo: Te voy a matar como a la señora de El Trébol y a tus hijas las voy a perseguir una por una”. Y no llegaron a ningún acuerdo. Después, la policía y el serenazgo pasaban por allí cada cierto tiempo, y las cosas parecieron quedar allí.
En los meses siguientes, Elsa casi no salió de su casa (vive en la parte trasera del local) y las veces que lo hizo fue a escondidas. En junio pasado recién empezó a salir nuevamente, a retomar sus actividades en el comedor. Y a comienzos de ese mes le llegó otro mensaje: “Estás de alivio, ¿no? Tienes que pagar”, le dijeron. Esta vez las señoras denunciaron ante la Dinincri, en la sede de la avenida España.
Después, hicieron una colecta para poner cámaras: una en la parte externa del comedor y el mercado de al lado, y otra en el interior.
La dirigenta y sus asociadas parecen resignadas a cualquier cosa que les pudiera pasar. “Sabemos que las cámaras no nos van a proteger, pero al menos se verá quién nos disparó o quién estuvo merodeando por acá”, dice una de ellas. También sospechan que gente que circula por ahí las vigila siempre, porque no se explican cómo obtienen los teléfonos de varias de ellas para mandarles mensajes.
Crimen organizado
La zona donde queda el comedor, en la avenida Pampa Alta, José Carlos Mariátegui, San Juan de Lurigancho, está prácticamente tomada por los extorsionadores. Una ferretería cercana también es extorsionada, y un carwash también sufrió un ataque con explosivos porque no pagó el cupo. Líneas de transporte con paraderos iniciales en las cercanías, como la R28 C (Empresa Huáscar) fueron baleadas hasta tres veces, con la muerte de uno de sus choferes.
El mismo número de teléfono desde donde ‘La Batería del Viejo’ envía los mensajes o pide que se comuniquen aparece en notas extorsivas a una barbería y a una chatarrería que quedan en la zona de Zárate, lejos del lugar, lo que da cuenta del amplio territorio en el que se mueven estos delincuentes. En ambos casos les pusieron explosivos a los negocios por demorarse en llamarlos para “negociar”.
La policía tiene en la mira a varias bandas que operan en San Juan de Lurigancho extorsionando a todo tipo de negocios, entre ellas ‘La Batería del Viejo’, ‘Los Malditos de Huáscar’ o ‘La Batería del Loco Aroni’, un delincuente ya muerto, pero cuyos secuaces aún controlan zonas de SJL a través de la extorsión y el sicariato. Con esos nombres firman las notas extorsivas que hacen llegar a sus víctimas.
Por estos días una camioneta del serenazgo del distrito y una patrulla policial les brindan seguridad a las señoras del comedor Señor de los Milagros. Dos policías se mantienen en el frontis del local. A la espalda de esa sede comunal también funciona un colegio, del modelo Pronoei, con apoyo del Estado. Como también lo impulsaron las señoras del comedor, los delincuentes quizá piensan que su funcionamiento les significa ingresos a ellas.
“Somos personas del barrio que trabajamos para brindar 130 menús diarios a nuestra comunidad. Aquí vienen ancianos, madres solteras, obreros y niños. Cobramos 3,50 soles. De dónde vamos a pagar 20.000”, se pregunta Elsa. Después explica que los ingresos los invierten haciendo mejoras en su local: “Esto era un terreno. Nosotras levantamos las paredes. Antes había bancas, ahora tenemos mesas y sillas para que coman aquí. Hace un tiempo le pusimos mayólica a toda la cocina. Porque queremos mejorar”, rememora.
Es el primer comedor popular en ser extorsionado. Indignante que mujeres esforzadas y emprendedoras sean víctimas de delincuentes que amenazan desde el anonimato y te pueden matar. “No sé qué pueda pasar más adelante”, dice Elsa, con miedo y con incertidumbre sobre ese peligro que hoy las acecha.