“Mi hijo no fue asesinado. Fue muerto accidentalmente por un migrante haitiano”, dijo, lloroso, Nathan Clark, maestro en Springfield, Ohio, ante el Concejo de la ciudad. A su lado estaba su esposa, Danielle, también educadora y madre de Aiden, fallecido a los 11 años en agosto del 2023 cuando un vehículo se estrelló de frente contra el autobús escolar donde viajaba.
El matrimonio rehúsa permitir la manipulación del nombre de su hijo para fines políticos y, sobre todo, para sembrar el odio contra otros seres humanos. Con su dolor a cuestas, tuvieron el valor de presentarse ante sus conciudadanos para exigir respeto a la memoria de su hijo, a quien describieron como interesado en diversas culturas e inclinado a aceptar a los demás.
El lunes, la campaña del expresidente Donald Trump publicó en las redes sociales fotos del niño y de Hermanio Joseph, conductor haitiano causante del accidente. El martes, el senador J. D. Vance, candidato a la vicepresidencia, dio seguimiento a la publicación con un comentario sobre el pequeño “asesinado por un migrante haitiano”.
“Esta tragedia se hace sentir en toda la comunidad… pero no le den un giro hacia el odio”, dijo Clark en un conmovedor discurso de tres minutos. “Pueden vomitar todo el odio que quieran contra los migrantes ilegales, la crisis en la frontera y las falsas historias de esponjosos gatos destrozados e ingeridos por miembros de la comunidad”, pero “no están autorizados y nunca han estado autorizados para mencionar a Aiden Clark”, dijo el ejemplar padre.
Clark no se reservó los nombres de los políticos a quienes se refirió para atribuirles una “bancarrota moral”. Citó a los integrantes de la fórmula presidencial republicana, al candidato a senador por ese partido Bernie Moreno y al diputado texano Chip Roy. “Han pronunciado el nombre de mi hijo y lo han utilizado para su provecho político”. “¡Esto debe cesar!”, añadió.
Los migrantes haitianos llegados a Springfield permanecen allí de conformidad con la ley. Las autoridades locales niegan tener informe alguno del robo e ingestión de animales domésticos por los recién llegados, atraídos por oportunidades de trabajo en la región. Entretejidas en la falsa narrativa del migrante sanguinario, devorador de mascotas, hay connotaciones racistas e instigación del miedo a lo diferente para invitar al nacionalismo más odioso.
Hermanio Joseph portaba una licencia inválida en Ohio y cometió una imprudencia, pero no es un asesino ni estaba bajo el efecto de ninguna droga. Es uno de miles de expulsados del país más pobre del continente, plagado por la violencia y las catástrofes naturales de las cuales no puede defenderse.
Nathan Clark, por su parte, es el tipo de hombre que se hace indispensable en la era del odio difundido mediante las redes sociales y aprovechado para alimentar aspiraciones autoritarias en todo el mundo. Pudo permanecer callado y hacerse acreedor de simpatías en todo el espectro político. Peor aún, pudo sumarse al linchamiento de los más débiles para adquirir notoriedad y ventajas.
Pudo más su sentido de la decencia y el compromiso con la memoria de su hijo. La pareja de maestros dictó la lección más importante de sus vidas. Es una cátedra de desprendimiento, justicia y amor al prójimo. Ojalá trascienda, porque el mundo entero está urgido de escucharla. No solo es necesaria en Norteamérica y Europa. También conviene recordarla en nuestra región, tan transitada por integrantes de la diáspora venezolana y los desposeídos de muchos otros países.