El odio llama al odio y sepulta los buenos propósitos. La soberbia recluta a la sinrazón y da lugar a una metamorfosis perjudicial. La que convierte lo positivo en negativo, lo revolucionario en rancio. Eso es la izquierdona; la evolución del progresismo de las conquistas y los avances en una suerte de señorita Rottenmeier, carca y resabiada, aburrida y previsible. Con el dedito tieso y el moño de sabionda apuntalado con los alfileres de su incoherencia, la izquierdona hoy se cree dueña y señora de las conciencias. La izquierdona es la manera de degenerar, la muerte por éxito, de ese movimiento nutrido que hoy hace su mayo del 68 en redes sociales, que tuitea muy fuerte e indignada, sacándole punta...
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