Después del derrumbe que está experimentando el consumo, habrá una leve recuperación en 2025, pero aun así quedaría por debajo de los niveles de la pandemia y tardaría al menos dos años en volver a los ratios de 2023, de acuerdo con el último informe la consultora NielsenIQ que se difundirá en los próximos días y que El Cronista adelanta en exclusiva.
Además, el trabajo describe un escenario de mayor desigualdad ante las góndolas, ya que, si bien crece la venta de productos premium, cada vez más gente pasa a comprar marcas más económicas mientras apela a todo tipo de estrategias para llegar a fin de mes.
El informe proyecta que este año la caída en las ventas será del 16,6% y que el año que viene habrá un rebote del 5,1% que de todas maneras dejará un nivel de gasto de los hogares por debajo del año del aislamiento obligatorio por el Covid19.
"La pérdida de poder adquisitivo que se ha sufrido en Argentina, no se recuperará rápidamente, sino que se dará de forma lenta y paulatina y que podría extenderse por al menos dos años, siempre y cuando la economía se mantenga estable", subraya Javier González, Líder Comercial de NIQ Argentina, filial de la firma líder en tendencias del consumidor a nivel mundial.
Será entonces un proceso que llevará a acostumbrarse a otra forma de vida que se moldeó en el ajuste. Se consolida un consumidor que hace lo que puede para llegar a fin de mes. Un 51% dejó de salir a comer afuera, un 49% está relegando compras de indumentaria, en tanto que un 42% responde que recortó en vacaciones y ocio. En un 37% de los casos, además, se dejó de ahorrar y en un 32% la respuesta es que se pospusieron refacciones importantes en el hogar.
El dato de ese relevamiento es que aparece por primera vez con un 22% de las respuestas el hecho de que la gente empieza a recortar también en alimentos, sobre todo si no son estrictamente necesarios. Saluden a la picada, los snacks o esa golosina que era un gustito, porque se fueron en este contexto y no se sabe cuándo volverán.
Es un punto delicado en un contexto de aumento de precios de bienes regulados como la energía o el transporte. Según NielsenIQ, un 68% de los ingresos de los sectores medios se destina a cubrir las necesidades básicas, es decir, alimentos y bebidas no alcohólicas, ropa y calzado, transporte, vivienda y servicios, salud y educación.
En los sectores de menores ingresos, esa porción del gasto llega a ser del 73%. Cada peso que aumente por ejemplo el colectivo en la zona metropolitana, cada vez que no rija un descuento que antes cubría el boleto integrado, ¿qué otros recortes de consumo los obligará a hacer?
La pérdida del poder adquisitivo hasta acá ha sido tal que llevó el ingreso disponible para consumo por debajo de lo que había sido el derrumbe cuando se cerró la economía por la pandemia, un fenómeno que según la firma de análisis de consumo es mucho más crudo en los sectores más vulnerables.
Es cierto que la inflación, por más que pareciera amesetada en torno al 4% desde mayo, ha dejado de ser la protagonista en la experiencia de compra. En diciembre, según NielsenIQ un 81% de las categorías de bienes en el consumo minorista registraba remarcaciones, mientras que ahora sólo un 51% tiene subas, en tanto que un 27% se mantiene igual y un 21% de las categorías incluso registra bajas, en muchos casos a través de promociones.
Sin embargo, la vida del ajuste en el consumo se traduce en un traspaso sostenido a los productos de marcas más baratas, como reconoce un 53% de los consumidores encuestados. Pero también, un 47% responde que a lo largo del año ha pospuesto una compra hasta que entró en una promoción, mientras un 40% empezó a hacer compras de bienes de segunda mano en rubros donde antes compraba nuevo. Un 23%, en tanto, admite a su vez que pidió dinero prestado para mantener niveles de consumo.
El empobrecimiento del consumo se traduce en estrategias de ahorro que los técnicos llaman "downtiering", es decir, la búsqueda no sólo de marcas más económicas, sino también de envases más grandes que permitan cuidar el gasto al máximo.
El jabón para lavar la ropa en formato para diluir ayuda a ahorrar hasta un 20% respecto de los líquidos regulares, y los jabones en polvo llevan el ahorro hasta un 30%. El aceite de marcas propias de supermercados de botellones de mayor tamaño se consigue hasta 40% más barato que el promedio. Se buscan también los champúes de marcas populares y los envases gigantes, por más que el pelo sufra más de la cuenta.
Lo novedoso es que la pauperización de una parte del consumo empieza a convivir con el crecimiento en simultáneo de los segmentos más premium. "El consumo empieza a polarizarse", indica el trabajo, que refleja incrementos de ventas de productos más caros de cosmética y tocador así como de bebidas. Como en la política, se licúa el centro: se achica en paralelo la canasta de bienes de marcas mainstream.
Puede llegar el correlato de una sociedad más desigual que esté empezando a moldearse en los primeros nueve meses de la administración de Javier Milei. Respecto de 2018, la Argentina se está sumando al lote de los países con más diferencia entre el llamado segmento ABC1 y los estratos más pobres de la región, junto a Brasil y a Chile.
Los cambios se empiezan a reflejar en la pirámide poblacional por nivel socioeconómico. Hoy, un 53% se ubica según el ingreso por persona en el segmento más bajo, cuando hace seis años ese número era 50%. Esos tres puntos los perdió el nivel medio, que bajó de 45 a 42%.