En diciembre de 2024 cumpliré seis años en España y, para acabar con los números redondos, como diría Enrique Vila-Matas , he decidido que es un buen momento para hacer un balance. El título de este artículo es engañoso. No me decanto por el consabido binarismo guerracivilista, que, aun estando todavía muy presente, no agota la complejidad de este hermoso país que me ha acogido. No quiero hacerme el interesante, por lo que revelo de entrada cuáles serían mis dos Españas: la moderna y la atávica. Vaya descubrimiento, dirá más de uno. Lo habitual, además, es vincular estas dos visiones de mundo con las respectivas posiciones políticas. La España atávica sería aquella católica, conservadora, franquista, amante de los toros, recelosa...
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