Ganar la lotería es algo tan rematadamente complicado que son muy pocos quienes tienen la suerte de poder decir antes de morir que lo han conseguido. Las probabilidades son tan bajas que lo más normales que ni tú ni nadie de tu entorno haya tenido jamás esa suerte. Pero, a veces,
lo que peor sabe es quedarse con la miel en los labios.
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