Esta semana, la presidenta y su primer ministro efectuaron cuatro cambios en su gabinete. Se sabía desde hace semanas que vendrían cambios. Lo que no se sabía es que se iba a prescindir de los servicios de dos de los más leales colaboradores de la presidencia: el canciller y la ministra de Vivienda. Las verdaderas razones de su salida siguen siendo un enigma cuya solución solo conocen Boluarte y Adrianzén, que, de acuerdo con la Constitución, son los únicos que pueden tomar esta decisión. Sin embargo, que otros pueden influir en ella no es ningún misterio.
Sorpresa es la palabra más repetida al comentar los cambios ministeriales. No es que los salientes tuvieran desempeños sobresalientes. Por el contrario. El canciller se comprometió con un proyecto de ley para atacar a las ONG; tuvo palabras inadecuadas tanto ante el embajador de Canadá como el de Francia; y pudo haber dicho lo mismo que dijo en la OEA respecto a la dictadura y el fraude en Venezuela, pero sin ofender a nadie. Sin embargo, nada de esto importó a la presidenta, quien encontró en el canciller a su ferviente defensor ante el sistema interamericano de derechos humanos, en donde, tarde o temprano, ella tendrá que responder por la matanza de 50 civiles.
La ministra de Vivienda se inmoló en el caso Rolex a niveles de absurdo y llegó a deslizar que el culpable de la filtración era su exjefe Alberto Otárola. Este, que había salido del gabinete en pública bronca con el canciller, la emparó en una. Si las faltas en su gestión jamás fueron cuestionadas desde el poder ¿por qué sale ahora? ¿Por qué días antes de su salida pedía que rezáramos para que las autoridades no caigan en la tentación de robar? Pérez de Cuéllar, sobreviviente del primer gabinete, es testigo y responsable de decisiones no solo cuestionables de los tres Consejos de Ministros que integró sino de las andanzas de la propia presidenta.
Tal vez lo más doloroso para los maltrechos egos ministeriales son sus reemplazos y los ministros que se quedan inamovibles. En Vivienda, el reemplazo tiene como nota distintiva ser testigo en el caso de Sada Goray y Geiner Alvarado, como secretario general del ministerio durante el gobierno de Pedro Castillo. En Relaciones Exteriores se designó a un embajador de carrera que, siendo muy profesional en sus palabras y cautelas, ya se metió en un lío tal que la misma presidenta ha tenido que salir a aclarar cual es la posición peruana frente al fraude electoral en Venezuela. Decir que “los problemas de Venezuela los arreglan los venezolanos” es una respuesta técnicamente correcta, pero políticamente desastrosa, sobre todo si tienes a un millón y medio de ellos viviendo en el Perú.
Clara Elvira Ospina de Epicentro TV informó que González Olaechea colmó la paciencia de la presidenta cuando este se apersonó a darle lecciones, en un tono arrogante (que no es difícil imaginar), sobre el manejo de PetroPerú. Si esa es la razón, debe de haberle dado la sensación de que era el ungido para reemplazar a Adrianzén (cosa que se voceó) y que podía ir haciéndose cargo. Se equivocó.
¿Quiénes se quedan? Ministros con muchos más cuestionamientos, pero de todos ellos, por lejos, está el ministro del Interior, Juan José Santiváñez. Día a día se va descubriendo una trama de intrigas y espionaje que se esta llevando de encuentro a la propia presidenta. Si los audios proporcionados por el capitán Junior Izquierdo son verdaderos (tanto la grabación de mas de dos horas en el chifa como los audios de WhatsApp han pasado por un peritaje según su testimonio ante la Fiscalía y el Congreso) y su contenido refleja la verdad, su permanencia en el gabinete solo puede deberse a una deuda que tiene la misma presidenta con todos los involucrados en una trama de encubrimiento del prófugo Vladimir Cerrón.
Aquí las fechas son interesantes. La policía ingresó al supuesto escondite de Cerrón en la playa Mikonos el 17 de enero de este año y no lo encontró. El auto de la presidenta (el Lexus Negro conocido como “el cofre”) y otro vehículo del Ministerio del Interior, fueron fotografiados en el grifo Primax de Sarapampa (kilometro 107 de la Panamericana sur) a metros del mismo condominio el sábado 24 de febrero, según reportó ‘Punto final’ para Latina. El ministro Otárola fue renunciado el 5 de marzo y reemplazado por alguien de su total confianza: Gustavo Adrianzén. El domingo 24 de marzo, ‘Punto final’ da la noticia. Nunca hubo una explicación oficial sobre la presencia del auto, salvo informar que estaba en comisión de servicio.
Si lo que le dice Santiváñez a su interlocutor es cierto, Cerrón permaneció escondido cerca del lugar donde la policía ingresó el 17 de enero y fue extraído de ahí el sábado 24 de febrero con rumbo a Pisco. Los “grandazos” que sabían esto están ubicados en Palacio de Gobierno. Si esto fuera verdad, es imposible que la presidenta no lo supiera. Y si lo supo tarde, se puede explicar la inexplicable salida de Otárola, a quien todos atribuimos un pleito con Nicanor Boluarte del que salió derrotado. Habiendo sido un leal escudero de la presidenta, hoy parece inverosímil que lo hubiera sacado por un vulgar lío de faldas del que nadie se acuerda.
¿Qué le debe Dina a Vladimir? Ella no llegó a la vicepresidencia por elección de Pedro Castillo, a quien ni conocía. Tal vez ella siga siendo la segunda vicepresidenta del candidato que fue tachado como primer vicepresidente. Por ahora, son los misterios del cofre que solo un par de choferes que corrían en febrero por la Panamericana Sur conocen.