Lo que en julio era rechazo frontal al lepenismo, en septiembre es pacto con el lepenismo. ¿Se imagina, señoría, qué cara se les ha quedado a quienes se atuvieron al “cordón sanitario? ¿A esa pobre gente de izquierdas que votó a un candidato de Macron para que el escaño no cayera en manos de la Agrupación Nacional?
Macron pone en manos de Le Pen la supervivencia del nuevo Gobierno bajo la amenaza de un bloqueo político
Lo mío, señoría, no es nada personal. No siento ninguna inquina por el ciudadano Emmanuel Macron. Si fuera jefe de una oficina bancaria, o vendedor de automóviles, me daría quizá un poco de repelús, pero nada más. El problema consiste en que este caballero lleva siete años en la presidencia de Francia, un país en el que he vivido bastantes años y que aprecio. Señoría, ¿se acuerda usted del adjetivo “funesto”, muy de la época de Franco? Pues eso. Macron es un tipo funesto. Y un embaucador, un campeón de la estafa política, incomparablemente superior a Pedro Sánchez en el arte de prometer una cosa y hacer lo contrario. Por decirlo a la manera del insigne Javier Krahe: “Hombre blanco hablar con lengua de serpiente”.
Escuche mis argumentos, señoría.
Macron, lo reconozco, tiene su cultura. En algún momento de su vida, quizá muy temprano (recuerde: se trata del niño prodigio que acabó casándose con su profesora), habrá disfrutado con las novelas de Alejandro Dumas. El caso es que ha adoptado como principio, y perdone el oxímoron resultante de unir los fonemas “Macron” y “principio” en un mismo párrafo, una frase del gran novelista decimonónico: “La diferencia entre la traición y el patriotismo es sólo una cuestión de fechas”.
Tras las elecciones europeas celebradas el 8 y el 9 de junio, que la Agrupación Nacional de Marine Le Pen ganó holgadamente, el gran jefe de Francia disolvió la Asamblea Nacional y convocó de nuevo a la ciudadanía para el 30 de junio y el 7 de julio. Macron lanzó la campaña invocando el sagrado “cordón sanitario”: había que cerrar el paso a la ultraderecha votando en cada circunscripción al candidato mejor situado para vencer al candidato lepenista.
Tenía que haberle visto y escuchado, señoría. Macron parecía el antifascismo en persona. El resultado tuvo un éxito sorprendente: la izquierda sacó el mayor número de diputados, el macronismo obtuvo el segundo puesto y la Agrupación Nacional, con más votos que los otros (por encima de los 10 millones), quedó en tercer lugar.
Nadie alcanzó la mayoría. Conocíamos a Macron, y le aseguro que yo empecé a calarle el cinismo cuando aún era ministro de Finanzas de un presidente socialista, pero en nuestra ingenuidad esperábamos que de aquella gran movilización electoral contra la ultraderecha, y de aquel gran éxito del “cordón sanitario”, saliera algo mínimamente esperanzador. Lo que ha salido es un primer ministro, Michel Barnier, veterano, experto y de derechas, pactado con la ultraderecha. Volvamos al Cuervo Ingenuo de Krahe: “Lo que antes ser muy mal, permanecer todo igual y hoy resultar excelente”. O, como decía Dumas, sólo una cuestión de fechas.
Mientras sobreviva, el nuevo gobierno dependerá de Marine Le Pen. Lo que en julio era rechazo frontal al lepenismo, en septiembre es pacto con el lepenismo. ¿Se imagina, señoría, qué cara se les ha quedado a quienes se atuvieron al “cordón sanitario? ¿A esa pobre gente de izquierdas que votó a un candidato de Macron para que el escaño no cayera en manos de la Agrupación Nacional?
En efecto, señoría: la misma cara que a Cuervo Ingenuo, aquel indio de Javier Krahe que en 1982 votó a Felipe González porque iba a sacarnos de la OTAN.
De acuerdo, no era fácil formar un gobierno progresista. Primero, porque el gran jefe de la izquierda, Jean-Luc Mélenchon, un tipo bastante sobrado de soberbia, ya estaba muy escamado con Macron y exigió aquello que exigía Julio Anguita: programa, programa y programa, por escrito y con buena letra. Segundo, porque el macronismo se creó bajo el lema “ni de derechas ni de izquierdas”; o sea, que es de derechas. Y tercero, porque a Macron lo de enredar a la gente le sale del alma.
Le quedan, en teoría, tres años de presidencia. Veremos si el perillán logra cumplirlos. A la tensión generada por el chasco se unirá, si Macron consigue aprobar un presupuesto de máxima austeridad, la tensión social. La Agrupación Nacional seguirá fomentando la fobia al inmigrante, con la aquiescencia, se supone, del propio Macron. Vienen tiempos muy difíciles para Francia.
Y aquí quería llegar, señoría: comprenda que para mí, y creo que para muchos, Emmanuel Macron no tiene perdón. Los Cuervos Ingenuos de este mundo nunca fumaremos la pipa de la paz con él. Por Manitú.