Autor: William Shakespeare (con versión de Albert Boronat). Director: Andrés Lima. Intérpretes: Rulo Pardo, Santiago Molero, Fernando Soto, Avelino Piedad, Pepón Nieto y Esteban Garrido. Teatro de La Latina, Madrid. Hasta el 22 de septiembre.
Después de su estreno el año pasado en el Festival de Teatro Clásico de Mérida, está gozando de una larga y exitosa vida este montaje dirigido por Andrés Lima de "La comedia de los errores", de William Shakespeare.
Dentro de los parámetros del teatro comercial en el que se inscriben casi todas las producciones concebidas para Mérida en los últimos tiempos, esta es, sin duda, una de las más agudas y originales. Haciendo un evidente guiño al teatro isabelino, en el que las mujeres tenían prohibido trabajar como actrices, Lima ha formado un elenco masculino en su totalidad con seis intérpretes de sobrado oficio y no exentos, en muchos casos, de buenas dotes para la comedia: Rulo Pardo, Santiago Molero, Fernando Soto, Avelino Piedad, Pepón Nieto y Esteban Garrido.
Inspirada en "Los gemelos" de Plauto, la función tiene un argumento, ciertamente, tan inverosímil y disparatado como tantas otras comedias de la época destinadas al puro entretenimiento, sin menoscabo, eso sí, del ingenio poético que caracterizaba a sus autores.
El comerciante siracusano Egeon llega a Éfeso buscando a parte de su familia perdida. Es padre de dos hijos gemelos, los dos llamados Antífolo, y compró otros dos gemelos –llamados ambos Dromio– a una familia pobre. La intención era que cada Dromio se convirtiese en sirviente de un distinto Antífolo (como bien se recuerda en una escena de la función, la premisa de que dos personas tengan el mismo nombre que sus respectivos e idénticos hermanos es ya de por sí bastante absurda). El problema es que un naufragio dividió a la familia: el padre salvó la vida junto a un Antífolo y un Dromio, y la madre hizo lo propio con su otro hijo y el criado de este (todo muy realista, como puede verse). La coincidencia de todos ellos en Éfeso no hará sino provocar una sucesión interminable de equívocos relacionados con sus respectivas identidades.
Lejos de intentar dar coherencia a tan descabellado argumento, Lima ha optado, precisamente, por lo contrario: partiendo de una versión firmada por Albert Boronat, ha exprimido al máximo la irracionalidad de la trama montando cada escena de la manera más delirante y paródica que cabría imaginar. Lo único malo es que esa explotación ingente de las posibilidades cómicas que puede ofrecer cada situación va en detrimento del ritmo y la continuidad dramática. Todas las escenas podrían aliviarse un poquito de gags para reducir las dos horazas que dura el espectáculo.