El refugio Orisson está a 7,5 km de San Juan de Pie de Puerto , el último pueblo francés de la ruta jacobea. No parece un reto imposible, pero las cuestas animan a muchos a dividir la etapa que termina en Roncesvalles, y hacer noche en la montaña, en un antiguo redil (aprisco o cercado) de la familia de Jean-Jacques Etchandy , rehabilitado hace veinte años como albergue privado. Esta es la primera etapa del Camino de Santiago por la llamada ruta de Napoleón (también se puede llegar a Roncesvalles empezando desde Valcarlos, Navarra). Quien elija el lado francés puede empezar en la oficina de peregrinos de Saint-Jean-Pied-de-Port, un pueblo atravesado por una calle de adoquines que pisan cada día cientos o miles de personas. Según una leyenda, este pueblo fue creado en el siglo VIII, aunque las primeras referencias escritas del nombre son posteriores, del XII. Fue plaza fuerte, ciudad-frontera y -sigue siendo- una etapa histórica en la peregrinación hacia Santiago de Compostela. El primer esfuerzo es exigente, por rampas que llevan a los peregrinos desde la comodidad de los 180 metros de altitud en Saint-Jean-Pied-de-Port hasta los collados Bentarte (1.337 m), Lepoeder (1.430 metros, el techo de la zona) y el puerto de Ibañeta , hasta la meta en Roncesvalles (24 km en total). El primer albergue en esa ruta (más allá de los que hay en el pueblo de la salida) es el Ferme Ithurburia, en Huntto, a cuatro kilómetros o poco más de empezar a andar. El segundo, el refugio Orisson , a 810 m de altitud, es una referencia entre muchos peregrinos. Durante la trashumancia, el antiguo redil fue un punto de reunión de los pastores, que comían los platos que preparaba Ama Germaine, la madre de Jean-Jacques Etchandy. Ahora es un punto de reunión de los caminantes, que solo pueden alojarse allí si vienen andando, sin vehículo de apoyo, desde Saint-Jean-Pied-de-Port. Quienes llegan en coche, en cambio, sí pueden detenerse a comer o tomar un refrigerio en una espectacular terraza con unas impresionantes vistas a las montañas, renovada en el invierno de 2019. Solo un rato allí compensa la parada y ayuda a reflexionar sobre la vida. «Si cumples leyes no escritas del Camino de Santiago -'lo importante no es llegar, es caminar' y 'si corres, te lo pierdes'- este es un lugar único donde vivir una experiencia mágica: la de ver el cielo estrellado sobre los Pirineos, la de escuchar el silencio, sentir la calma, paz y armonía entre montañas, la de contemplar uno de los más bellos amaneceres en el Camino de Santiago. Eso es Orisson, un regalo para los sentidos, donde escuchar, observar, sentir y reconectar antes de llegar a la primera localidad española del Camino, la navarra Roncesvalles», nos dice un peregrino. El camino sigue por la carretera empinada. A la izquierda, ya a 1.095 metros de altitud, está la talla de la virgen de Biakorri con el Niño Jesús en los brazos, protectora de pastores. Alrededor pastas infinidad de cabras. Ojo, porque no es extraño que en este punto haya niebla abundante y que algunos caminantes pasen de largo sin ver la talla. Un poco después, 1.200 m, está la Cruz de Thibault , donde muchos peregrinos dejan colgadas ofrendas y exvotos. Esta cruz marca el comienzo de una senda que se dirige al Collado de Bentarte. Aún quedará por coronar el punto más alto de esta etapa, el collado Lepoeder.