En América Latina, la gastronomía se distingue por su riqueza y diversidad, es un reflejo de la fusión de culturas que han influido en la región. Un aspecto sorprendente de esta herencia culinaria es la existencia de una 'sopa sólida', una peculiaridad única en el mundo que desafía las definiciones comunes de lo que se entiende por sopa.
Este platillo es una curiosidad culinaria, así como también un símbolo de identidad cultural en su país de origen. Considerada un tesoro nacional, esta ‘sopa sólida’ ha sido reconocida como patrimonio cultural inmaterial. Este estatus refuerza su importancia en la tradición y en la vida cotidiana de las comunidades que la preparan y consumen, manteniendo vivo un legado que ha perdurado por generaciones.
En Paraguay, la 'sopa sólida' —más conocida como sopa paraguaya— se destaca como un platillo emblemático y singular. Este bizcochuelo salado y esponjoso, a diferencia de las sopas tradicionales con caldo, presenta una consistencia sólida que la convierte en una rareza gastronómica. La sopa paraguaya es el resultado de la mezcla cultural entre los guaraníes y los españoles, ha sido transmitida de generación en generación como una parte integral de la identidad nacional.
En conformidad con el Instituto Nacional de Alimentación y Nutrición de Paraguay, la 'sopa sólida' es considerada un plato típico de la gastronomía de Paraguay, del nordeste de Argentina, así como de las zonas fronterizas de la región sur y Mato Grosso del sur del Brasil.
El origen de esta singular preparación está envuelto en dos historias que se han convertido en parte del folclore paraguayo. Una versión sugiere que su nombre proviene de un malentendido entre los guaraníes y los colonizadores españoles. Según esta historia, los guaraníes ofrecieron a los españoles una preparación a base de harina de maíz, envuelta en hojas de banana y cocinada en cenizas calientes. Al informarles que la carne se había acabado ("so’o opa" en guaraní), los españoles habrían entendido “sopa”, de ahí el nombre del platillo.
Otra versión relata que el origen de la sopa paraguaya se atribuye a una anécdota del primer presidente constitucional de Paraguay, Carlos Antonio López. Se dice que un error de su cocinera, quien añadió demasiada harina de maíz a una sopa tradicional, resultó en la creación accidental de este plato. Lejos de considerarlo un fracaso, Don Carlos quedó tan impresionado por el resultado que decidió llamar a la nueva creación ‘sopa paraguaya’.
La sopa paraguaya no es solo un alimento, también es un símbolo de la historia y cultura paraguaya. En el año 2017, la Secretaría Nacional de Cultura de Paraguay declaró la elaboración artesanal y tradicional de este platillo como patrimonio cultural inmaterial. Esta declaración subraya la relevancia de la sopa paraguaya como parte del legado cultural del país, así como su importancia en eventos familiares y celebraciones nacionales.
El reconocimiento de la sopa paraguaya como patrimonio cultural destaca la necesidad de preservar y promover esta tradición culinaria, que no solo es una fuente de orgullo nacional, sino también una representación tangible del sincretismo cultural entre los guaraníes y los españoles. La sopa paraguaya, con su alto contenido energético y proteico, es mucho más que una comida; es una conexión viva con el pasado y una expresión de la identidad cultural paraguaya.
La sopa paraguaya es conocida por su textura esponjosa y sabor salado. Sus ingredientes básicos incluyen harina de maíz, queso, cebolla, leche y huevos, que se mezclan y se hornean hasta obtener una consistencia firme. A pesar de su nombre, no se consume en forma líquida, lo que la diferencia de cualquier otra sopa en el mundo.
Este platillo, que también se prepara en algunas regiones del nordeste de Argentina y el sur de Brasil, ha trascendido fronteras, pero mantiene su esencia paraguaya. En Argentina, una versión similar, conocida como sopa correntina, comparte algunas características, pero conserva diferencias que hacen única a la sopa paraguaya en su país de origen.
