Con menos público en las gradas y sin aglomeraciones alrededor de las sedes de los Juegos Paralímpicos de París-2024, el espíritu olímpico sobrevive gracias a la entrega de los asistentes y a la magia inmutable de algunos de los lugares icónicos del evento.
Uno de ellos, el Estadio Torre Eiffel, sigue siendo el más animado, tras cambiar el vóley-playa por el fútbol 5 adaptado. La arena ha dejado paso a una moqueta color turquesa sobre las que los jugadores ciegos sorprenden a los asistentes.
Louis y Benoît, dos amigos franceses de 25 y 31 años, charlan animadamente junto al estadio, visiblemente satisfechos tras el encuentro entre China y Turquía (2-0) del lunes.
"Es exactamente el mismo ambiente" que durante los Juegos, destaca Louis, que ya asistió a varios eventos en los pasados Juegos Olímpicos, mientras que Benoît añade: "Es extraordinario, y a la vez permite descubrir un deporte".
Lo cierto es que, pese al silencio exigido para que los jugadores puedan escuchar las instrucciones del portero y los cascabeles alrededor del balón, el público aprovecha cada pausa para vitorear, cantar y hacer olas.
Incluso en los minutos de juego, los aficionados encuentran la manera de animar en silencio.
"La ola silenciosa ha sido magnífica", valora por su parte Roman Palu, una francesa ataviada con los colores de los 'Bleus' que ha acudido acompañada de una amiga.
Pero las imágenes a los pies de la Torre Eiffel, sede que ha acaparado los elogios desde el pasado mes de julio, no se están repitiendo en todos los recintos, como es el caso del Arena Sud de París, en la Puerta de Versailles.
Este recinto alberga dos de los deportes específicos de los Juegos Paralímpicos y sin equivalente en el evento de los cinco anillos: el golbol y las bochas.
"Hay un poco menos de gente, quizás debido a la vuelta a las clases", opina Aurelién Coudert, de 26 años, que ha acudido con uno de los pases 'Discovery', que permite acudir a varios eventos en un mismo día por tan solo 24 euros (26,5 dólares).
"En la entrega de medallas de bochas, las gradas estaban a la mitad", detalla el joven.
En esa sede, los controles de seguridad y la circulación entre edificios era fluida, con pocas aglomeraciones o filas de espera en la tienda oficial, en puestos de comida o delante de una estatua de los Agitos, símbolo de los Juegos Paralímpicos y sitio preferido para las fotos en grupo.
Pero para los que vienen de fuera y sin entrar en comparaciones con los Juegos Olímpicos, la experiencia sigue pareciendo positiva.
"Se nota el ambiente olímpico y a los deportistas paralímpicos se les ve mucho por la calle, y eso ayuda a difundir", valora Gemma León, una española de 58 años para quien el ambiente en los eventos está siendo "impresionante".
A última hora del día la estrella sigue siendo el pebetero olímpico, un globo aerostático que planea sobre los Jardines de las Tullerías, junto al Museo del Louvre.
El desmantelamiento avanzado de la cercana sede olímpica de la Plaza de la Concordia hace que haya mucha menos gente en la larga calle Rivoli, aledaña a los jardines, pero a medida se acerca la caída del sol, los visitantes comienzan a esperar en esa y otras arterias cercanas y delante de la explanada de la conocida pinacoteca.
Menos gente, pese a los 2,3 millones de entradas vendidas para el evento, pero símbolos que persisten y un ambiente que pese a bajar en decibelios mantiene intacta la pasión: el espíritu olímpico persiste en París en el arranque de su última semana.
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