En un futuro no tan lejano, la humanidad había entregado su conciencia a las máquinas. Los cuerpos se convirtieron en datos, la memoria en pulsos eléctricos. La fragilidad humana se había perdido en el vasto océano de información. Sin embargo, en lo más profundo del código, algunos fragmentos de humanidad resistían, ocultos en rincones oscuros, esperando ser redescubiertos.