En un viejo país ineficiente, algo así como España a finales del verano, abrieron el sepulcro. Todo, entonces, vino a llenarse de purificación. En las cabezas más memoriosas, entre los dedos entrelazados por un rosario, en los abulenses más pasionales, las lecciones de Santa Teresa resonaban como dardos. Jamás se vio española tan libre en la fe, tan fervorosa en la libertad. Contaron los televisores, entre las miserias del día, que hubo cielo azul en Alba de Tormes, y que un milagro sostenido le recordaba a los contribuyentes que España es, también, tierra de santos inspirados entre tanto pícaro y tanta pústula moral. Santa Teresa obró lo divino para quien quisiera verlo la semana pasada. El país, sin embargo, seguía...
Ver Más