Pedro Sánchez activa la estrategia de control de daños. Después de rubricar con "agosticidad" el pacto con ERC para lograr que la Presidencia de Cataluña recayese en Salvador Illa, lo cierto es que ni el parón estival ni la trascendencia de ver -más de una década después- a un socialista al frente de la Generalitat han servido para aplacar el rechazo ni los ánimos encendidos en las federaciones socialistas que ha generado el acuerdo. La dirección socialista se ha replegado, dejando que este malestar se enquiste durante las semanas de verano, sin hacer pedagogía sobre las nuevas cesiones a los independentistas, más allá de algunas rondas de llamadas para pedir confianza a los cuadros del partido. Con el inicio del curso político y sin que la tensión se rebaje un ápice, el líder del PSOE ha decidido adoptar una posición proactiva para intentar frenar el desgaste que su dependencia de los soberanistas ejerce sobre el partido.
Hasta ahora, la actitud había sido de pasividad total, sin aportar mayor concreción sobre lo firmado que lo puramente retórico -asegurar que no supone un "concierto económico"-. Esto, pese a que haya voces dentro del partido que contradigan esta posición, como la del alto representante de Exteriores de la Comisión Europea, Josep Borrell, o que desde los altavoces oficiales socialistas se rebajase posteriormente esta contundencia contra el cupo para evitar soliviantar a los republicanos, que en respuesta llegaron a poner en cuestión su apoyo a los próximos Presupuestos Generales del Estado. El equilibrio es imposible. Mientras Moncloa hace malabares para no contrariar a sus socios parlamentarios, se le incendian las federaciones socialistas. Este viernes, en Aragón, la Ejecutiva regional, con Javier Lambán a la cabeza, rechazó de manera unánime el acuerdo firmado con ERC, explicitando que tiene "posicionamientos distintos" a la dirección federal en lo que respecta a la financiación de Cataluña.
Evitar el "efecto contagio"
La dirección intenta que este movimiento no se contagie a otros bastiones y busca mantener prietas las filas. Por ello, no es casual que sea precisamente la vicepresidenta primera del Gobierno y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, quien en su condición de vicesecretaria general del PSOE reapareciera ayer para abrir el curso en un acto de partido en Sevilla. La de este sábado era una reunión de la interparlamentaria de esta federación, la otrora más poderosa de la formación y que ha ido perdiendo pie, desde que Susana Díaz fue descabalgada del poder en 2018. Andalucía es también uno de los territorios que más está sufriendo las prebendas al independentismo, en la práctica, pero también en clave de relato político, cegando sus posibilidades de ser una alternativa real a la mayoría absoluta de Juanma Moreno. El objetivo de Ferraz en la reunión de ayer era dar munición a diputados y senadores para repeler los embates del PP sobre la financiación singular de Cataluña y, de paso, hacer pedagogía entre los suyos para superar las múltiples resistencias que también genera entre sus bases y dirigentes.
Montero irrumpe en la reunión de la interparlamentaria, evidenciando que es el principal activo del PSOE andaluz ante la incertidumbre de la continuidad de Juan Espadas más allá del periodo congresual que se abrirá en febrero en el partido para dilucidar un nuevo liderazgo. De este modo, Montero limitó el impacto del pacto por el que Cataluña saldrá del régimen común de financiación y pasará recaudar el cien por cien de los impuestos, señalando que es compatible que Cataluña tenga una financiación singular "como pueden tener otros territorios que tengan vocación de tenerla», asegurando que se trata de aspectos recogidos en los estatutos de autonomía que también poseen otras regiones y que el acuerdo se basa en mejorar el "autogobierno y solidaridad".
La vicepresidenta afeó los "erróneos marcos mentales que intentan trasladar" algunas voces sobre los términos del acuerdo alcanzado entre el PSOE y ERC, para la investidura del socialista Salvador Illa como nuevo presidente de Cataluña. También advirtió de que circulan "interpretaciones interesadas" de dicho pacto "por parte de los de siempre, que lo único que quieren es confrontar para derribar" al Gobierno central del PSOE y Sumar, en alusión al PP, a cuyos dirigentes ha aludido veladamente con una referencia a quienes "han opinado" sobre el texto, pero no lo han leído. Un mensaje también para aquellos dentro de su partido que están asumiendo este relato. Horas antes de la reunión, la expresidenta de Andalucía y exsecretaria general del PSOE andaluz Susana Díaz ya se pronunció contra el acuerdo, reivindicando la “igualdad entre todos los españoles” y su apuesta por un sistema de financiación autonómica que “garantice” esa igualdad “sin privilegios”. “Ahí no cabe un concierto en Cataluña”, sentenció. Este sábado también volvió a mostrar su rechazo.
En esta línea, Montero tendrá que comparecer el miércoles en el Senado para dar explicaciones. No lo hace a iniciativa propia, sino forzada por el PP que, haciendo gala de su mayoría absoluta, ha forzado a la ministra de Hacienda a que ofrezca más detalles sobre lo pactado en materia de financiación con ERC.