A muchos católicos les sorprendió que el anglicanismo imperante en el Reino Unido, religión nacida a raíz del repudio de una reina por parte de Enrique VIII, y su pataleta porque Clemente VII no concediera la anulación de su matrimonio –algo diferente al divorcio–, se escandalizara por el hecho de que una norteamericana dos veces divorciada se casara con Eduardo VIII. Cierto es que el divorcio seguido de un nuevo matrimonio se convirtió en delito grave en Inglaterra en 1604 –Isabel I, fallecida un año antes, era acérrima opositora al divorcio– pero también lo es que ya en 1857 se aprobó, con la oposición de la mayoría del clero, el Proyecto de Ley de Divorcio. Antes también se divorciaban en Inglaterra y Gales, pero cuando los interesados gozaban de considerable riqueza e influencia.
Fue a raíz de la abdicación de Eduardo VIII, y ya durante el reinado de su hermano Jorge VI, cuando en 1937 se aprobó la Ley de Causas Matrimoniales, modificando la de 1857 y ampliando los motivos de divorcio a otros diferentes del adulterio. A partir de 2002 se abolió la norma según la cual una persona divorciada no podía contraer nuevo matrimonio si su anterior cónyuge permanecía vivo.
Pero, ¿quién era Wallis? Para empezar, una norteamericana, lo que al «establishment» británico le escandalizaba aún más que sus dos divorcios previos. ¡Cómo se iba a casar con el Rey y Emperador Eduardo VIII una norteamericana! ¡Horror! En efecto, nacida en Pensilvania en 1896, hija de un comerciante de harina candidato a alcalde de Baltimore, Wallis Warfield se había casado en 1916 con Earl Winfield Spencer Jr., piloto alcohólico de la Armada de los Estados Unidos. Pronto ella mantuvo una relación con el diplomático argentino Felipe Aja Espil, y en 1927 se divorció de su marido. Por entonces ella ya mantenía relaciones con Ernest Aldrich Simpson, ejecutivo de transporte marítimo, de origen judío, que se divorció de su esposa y se casó en 1928 con Wallis. Aun casada con Ernest, empezó a ser amante de Eduardo, después de que Lady Thelma Furness se lo presentara. En aquel momento el Príncipe de Gales era amante de Consuelo Thaw, hermana de Thelma.
Los tira y afloja para saber si Eduardo VIII abdicaría o no acabaron finalmente con su Acta de Abdicación, firmada el 10 de diciembre de 1936 en presencia del Duque de York, que se convertiría en Jorge VI, y de los duques de Gloucester y de Kent.
El 3 de mayo de 1937 Wallis se divorció de Ernest. Antes ella había presentado una demanda de divorcio contra él –no exenta de cinismo– alegando que mantenía una relación con su amiga Mary Kirk. Justo un mes más tarde de su divorcio, Wallis se casó con Eduardo en el castillo francés de Candé. Jorge VI nombró Duque de Windsor a su abdicatario hermano, con el tratamiento de Alteza Real. Wallis usó el título de Duquesa de Windsor, pero se le negó el tratamiento de Alteza Real, lo que produjo el disgusto de su nuevo marido y el regocijo de la reina María y de la nueva reina, Isabel. Sin embargo, en el círculo íntimo, la Duquesa de Windsor sí recibió aquel tratamiento. Anteriormente Eduardo había intentado conservar el trono contrayendo matrimonio morganático con Wallis, lo que habría evitado que ella fuera reina y él pudiera seguir en el trono. El Primer Ministro Baldwin se opuso.
[[H2:Gran «socialité»]]
Wallis, cubierta de joyas por su marido, se convirtió en una especie de icono de la elegancia, ayudada por su delgada figura ya que no por su belleza. Era buena anfitriona, gran «socialité», entrenada para traer a colación el correcto tema de conversación, pero también con una lengua viperina que no ahorraba calificativos a su cuñada Isabel, a la que llamaba «Mrs. Temple» o «Cookies», debido a su oronda figura, y a su sobrina Isabel II, a la que aludía como «Shirley», en referencia a Shirley Temple.
A su muerte en su casa del parisino Bois de Boulogne, su funeral tuvo lugar en la Capilla de San Jorge de Windsor, siendo enterrada en el cementerio real en los jardines de Frogmore, cerca del castillo de Windsor, junto a un marido, Eduardo VIII, luego Duque de Windsor. Éste abdicó porque le habría sido imposible soportar sus funciones como rey «sin la ayuda y el apoyo de la mujer que amo». A partir de 1972, año de la muerte de Eduardo, Wallis se recluyó en su casa evitando al máximo el contacto social. Murió en 1986.
