José López Portillo llegó a su último informe de gobierno desesperado en medio de una economía que se derrumbaba tras su ineptitud apostando al petróleo y sostener un peso sobrevaluado, endeudando al país como nunca y con un déficit en las finanzas públicas fuera de control.
Andrés Manuel López Obrador llega a su último informe envalentonado, pleno de euforia y arrogancia. Le funcionó, como alguna vez confesó abiertamente, comprar a los pobres con dinero. No importó su fracaso apostando al petróleo y sus carísimos elefantes blancos, endeudando al país a un ritmo explosivo en su último año y con un déficit en las finanzas públicas fuera de control.
JLP buscó a chivos expiatorios para evadir su responsabilidad y creyó encontrarlos en los banqueros privados y los “malos mexicanos” que (con una racionalidad económica de la que carecía el presidente) se pusieron a cambiar pesos por dólares. Ante un Congreso dominado por el PRI y obsecuente ante sus deseos, anunció en el paroxismo de su furia mal contenida, la nacionalización de la banca y un control integral de cambios. ¿Los costos económicos de esas acciones, destructivas de la confianza y la inversión? Argumentó que eran lo mejor para el país, la ruina presentada como un nuevo modelo de gobierno.
AMLO busca revancha y venganza buscando aplastar a quienes considera que le estorbaron por años en su transformación. Los tiene en la mira y se regodea en su represalia: aquellos que ocupan los niveles superiores en el Poder Judicial y los miembros de varios organismos autónomos. Ante un Congreso dominado por Morena y obsecuente ante sus deseos, iniciará en el paroxismo de su furia mal contenida la destrucción del Poder Judicial y de esas instituciones autónomas. ¿Los costos económicos de esas acciones, destructivas de la confianza y la inversión? Argumenta que es lo mejor para el país, la ruina presentada como un nuevo modelo de gobierno.
Mientras tanto, Miguel de la Madrid, como Presidente Electo, obligado a aplaudir a su enloquecido antecesor. Atado por la lealtad y porque JLP había decidido el curso de destrucción sin consultarle, no tenía más remedio que ser testigo de primera fila de la catástrofe que le tocaría administrar tras la conclusión del sexenio de tres meses que iniciaba en medio del desplome de la confianza y una profunda incertidumbre.
Mientras tanto, Claudia Sheinbaum, como Presidenta Electa, obligada a aplaudir a su enloquecido antecesor. Atada por la lealtad y porque AMLO había decidido el curso de destrucción sin consultarle, no tiene más remedio que ser testigo de primera fila de la catástrofe que le tocará administrar tras la conclusión del sexenio de un mes que iniciará el domingo en medio del desplome de la confianza y una profunda incertidumbre.
Buscando recuperar ese papel brillante que esperaba ocupar en la historia del país, JLP optó por la última tirada de dados, apostando todo. Le salió terriblemente mal, agravando la crisis que entregó a su sucesor y el costo económico a pagar por esa arrogancia. Malbarató años de riqueza petrolera en su afán nacionalista-estatista, buscando un México más soberano económicamente y en cambio cerrando con una crisis que era perfectamente evitable.
Buscando consolidar ese papel brillante que espera ocupar en la historia del país, AMLO optó por la última tirada de dados, apostando todo. Le saldrá terriblemente mal, agravando los problemas que entregará a su sucesora y el costo económico a pagar por esa arrogancia. Malbarató años de solidez financiera en su afán nacionalista-estatista, buscando un México más soberano económicamente y en cambio cerrando con una crisis que era perfectamente evitable.
Los dos López resultaron demagogos enloquecidos expertos en destruir.