School of Rock es un boom internacional y acaba de llegar a la Argentina con una inversión inédita y su primer local en Nordelta. Esta escuela de bandas, que inspiró la legendaria película de Jack Black de 2003, desembarcó en el país de la mano de dos amigos dedicados a profesiones completamente diferentes pero amantes de la música. Dos ingenieros que cumplieron el ‘sueño del pibe rockero' pero no se quedaron con un hobby sino que arrancaron un negocio altamente rentable que proyectan con un rápido crecimiento.
Roberto Sambrizzi, CEO de School of Rock Argentina, es el gestor del proyecto. Con una consolidada empresa dedicada al Real Estate y negocios vinculados a la industria farma por más de 15 años, Sambrizzi relató a El Cronista cómo fue la concepción de la School of Rock local, casi por casualidad.
Lo sedujo un compañero de Wharton, la Universidad estadounidense de Filadelfia donde Sambrizzi hizo un MBA. Cumplían 20 años de egresados y en el festejo se reencontraron y charlaron sobre estas escuelas de música que tienen más de 280 sedes en Estados Unidos y 74 en otros países como México, Chile, Bolivia, Perú, Irlanda y Portugal. Su compañero, chileno, resultó que ya había sido tentado y convencido, y era accionista de la franquicia latinoamericana.
Sambrizzi lo tomó seriamente. Empezó a pensarlo como un negocio para encarar aunque admite que la idea le "tocó fibras personales". Además de ingeniero industrial, es músico. Tiene una banda conceptual con la que está por grabar un disco, hizo shows y montó un estudio de grabación propio en el pasado. Aun así, con esa pasión por el rubro, la propuesta de tomar la franquicia de School of Rock lo encontró en 2022, momentos de alta incertidumbre, inflación y cautela para el mundo de los negocios en la Argentina.
"Me preguntaba si era momento de arriesgar capital, dedicar tiempo, pensar en un emprendimiento como este en un país como la Argentina, donde arrancar un negocio nunca es fácil", recuerda.
Para apuntalarse, con ocho meses ya de trabajarlo internamente, le propuso a otro amigo -también ingeniero, pero de petróleo, y músico- sumarse como socio. Fernando Tuero lo escuchó y no dudó. Ambos compartían la visión de que la propuesta educativa de School of Rock es única y motivadora: convertir a un alumno sin experiencia, en un músico capaz de interpretar una canción junto a una banda.
Allí comenzó a acelerar la búsqueda del lugar donde se instalaría la escuela, los tiempos para formar el equipo de profesores y el armado de las instalaciones, con instrumentos incluidos. "Fueron meses de armado cuando las importaciones eran muy difíciles (entre diciembre y marzo), prácticamente cerradas, el costos en dólares se disparó mas 30% así que todo tuvo un presupuesto bastante superior al que esperábamos", contó Sambrizzi, que debió "tirar el excel", como bromea en referencia con que todos los cálculos se desdibujaron.
"El recupero de la inversión va a ser un poco más largo, entre 3 y 5 años, pero estamos muy conformes proyectando ya las nuevas sedes", dice el CEO. El padrino ad honorem de estas escuelas es nada menos que Charly Alberti, el baterista de Soda Stereo que ya tiene un mural en el local, el que firmó personalmente el día de la inauguración.
El local ya inaugurado hace más de un mes demandó una gran inversión, que superó cómodo los u$s 200.000. "Nos adaptamos casi a raja tabla a las indicaciones de la franquicia tanto estética como en la forma en que vendemos el servicio. Sí le pusimos un poco de nuestra onda, innovamos un poco", cuenta Sambrizzi.
Los precios en la Argentina fueron otro de los puntos claves a pensar. "Cuando traes una marca nueva es difícil pensar cuánto está dispuesto a pagar el cliente por un servicio como este en momentos en que mucho consumo está restringido", explica el directivo. Aunque reconoce que por el costo mensual y la ubicación, el acceso está circunscripto a un público ABC 1 -también para reducir el riesgo del negocio se busca una buena ubicación y cercana a muchos colegios-, entre los más de 240 alumnos que ya concurren a la School of Rock de Nordelta hay muchos de clase media, que priorizan este costo sobre otros para poder disfrutarlo.
Ahora, Sambrizzi ya encara un plan de expansión ambicioso. Abrirá su segunda sede en Pilar en marzo del año próximo, que incluirá un espacio para recitales de 300 m2, casi un mini arena.
Luego avanzarán con otras sedes, en capital y otras ciudades del país. "Ya tenemos mapeada la Argentina y planeamos abrir una escuela por año", dijo a El Cronista.
Otra idea que ya encaran es desarrollar programas empresariales, para que desde el CEO de una compañía hasta el cadete se unan en clases para formar una banda que podría, por ejemplo, tocar en la fiesta de fin de año de la firma.
Esta metodología, basada en "ingeniería inversa" y patentada por el creador de las franquicias, enseña primero la práctica y luego la teoría. Un respiro para aquellos que no terminan de encontrarse cómodos en las escuelas tradicionales de música.
"Fomentamos el aprendizaje a través de la participación de shows en vivo. Los estudiantes aprenden bajo, guitarra, teclado, batería o canto, integrándose en grupos según edad y nivel" cuenta Sambrizzi. De hecho, las clases están organizadas en categorías donde los más pequeños, de 4 a 5 años, se agrupan en la sección "Little Wings"; los niños de 6 a 7 años son "Rookies"; "Rock 101" está destinado a jóvenes de 8 a 12 años y "Performance" para adolescentes de 12 a 17 años.
También hay oportunidad para adultos de cumplir su sueño "rockero", con clases individuales y grupales diseñadas para ellos.