Más de 70.000 personas fueron al Bernabéu a las cinco de la tarde en el último domingo de agosto porque la tarde no era una cualquiera. Debutaba Mbappé como local y nadie se lo quería perder. El francés jugó de «9», más centrado, mientras Vinicius y Rodrygo ocupaban las bandas. No hizo gol el ex del PSG, aunque sí estuvo cerca en un par de arrancadas de las suyas. «No le penaliza jugar arriba, es un delantero espectacular, muy rápido, se mueve muy bien sin balón, ataca a la espalda, ha tenido tres o cuatro oportunidades que se ha creado con sus movimientos. Creo que en esta posición él va a marcar, como siempre ha hecho, al final va a marcar goles. No hace falta que juegue por la izquierda, por el centro también va a marcar goles», defendía Ancelotti cuando le preguntaban si no se encontraba cómodo como el más adelantado.
Todavía necesita partidos para entenderse mejor con sus compañeros de delantera, un tridente ofensivo que terminó el partido en el banquillo para dar paso a los menos habituales, que acabaron robando los focos a los titulares.
Brahim marcó y asistió en una puesta en escena brutal, mientras que Endrick sólo necesitó ocho minutos para marcar su primer gol con la camiseta del Madrid en su debut con 18 años. Estas apariciones confirman la longitud de plantilla de Ancelotti, que mandó un recado a sus futbolistas. «Estoy contento de que los que tienen menos minutos aprovechan sus oportunidades. Es siempre complicado hacer las alineaciones y lo será mientras entrene aquí. Creo que sería correcto que un jugador levantase la mano y pidiera salir (cuando esté cansado). Nunca ha pasado en cuarenta años y me toca elegir a mí los que pienso que están cansados, que igual son los más frescos. Los futbolistas deben tener más responsabilidad en este sentido, lo he hablado con ellos, porque tengo muchos recursos en el banquillo, donde hay jugadores que están bien y merecen jugar», decía Ancelotti.