El ciclismo no necesita finales en alto para que el espectáculo merezca la pena. A veces basta sólo que haya ambición y valentía en los ciclistas para salvar su orgullo o el del equipo. O simplemente para intentar ganar. Ese orgullo es el que demostraron Adam Yates y Richard Carapaz, de los candidatos al triunfo final que se vieron fuera de la pelea por la general ya en la primera etapa de montaña, la que acabó en el Pico Villuercas.
Perdieron minuto y medio y comenzaron a mirar de lejos a Primoz Roglic, ganador aquel día. Pero ellos no se rinden. Sobre Yates descansa el peso del equipo UAE, que ha perdido a João Almeida, su candidato a la victoria, por culpa del covid. Sufrió mucho el sábado en Cazorla y no tomó la salida para viajar de Motril a Granada.
Su equipo ya ha ganado el Giro y el Tour con Pogacar y, de repente, se veía sin opciones de ser protagonista en la Vuelta. Yates le puso remedio con una fuga lejana y multitudinaria, 26 corredores a la fuga, entre los que también destacaban su compañero Marc Soler y el francés Gaudou.
A Yates le sobraba la compañía desde el primer ascenso al puerto de Hazallanas, una subida durísima que los ciclistas tuvieron que afrontar dos veces.
Yates se fue y el peligro para él no estaba entre sus compañeros de fuga sino más atrás, en el ataque de Richard Carapaz, que saltó del pelotón para buscar el triunfo de etapa y acercarse un poco más en la general.
El ecuatoriano nunca pudo alcanzar a Yates, que entró agotado y sonriente en la meta de Granada. El británico ya está entre los diez primeros de la general gracias a esa fuga desde el comienzo de etapa de la que resultó ser el único superviviente. Carapaz no consiguió la victoria de etapa, pero ya está en el podio de la carrera.
Ellos dos eran ajenos a lo que se desataba por detrás. A ese ataque de Enric Mas en el segundo ascenso a Hazallanas que amenazaba con revolver un poco más la carrera. Llegó con más de un minuto a la cima, pero el descenso le condenó. Nunca han sido su especialidad las bajadas, pero esta vez nada tiene que ver su antigua impericia en la cuesta abajo, a pesar de que la bici le hizo un extraño en un momento del descenso que podía haberle provocado una fea caída.
Aguantó de pie Enric, pero no pudo mantener la ventaja que llevaba en el alto. Tenía piernas, pero estaba solo. Sin equipo desde muy pronto, Mas peleaba en inferioridad contra todos los favoritos que viajaban por detrás. Y terminó cediendo.
«Las sensaciones han sido muy buenas. Ha servido más para el espectáculo que para coger tiempo», se lamentaba el corredor de Movistar. A Enric le ha faltado ese paso de lanzarse al ataque para luchar por las victorias en la general en los últimos años, pero se ha demostrado que puede y que es capaz de hacer daño a Roglic. Aunque llegaran en el mismo grupo y fuera el líder, Ben O’Connor, el que arrancara el pequeño premio de los cuatro segundos de bonificación para el tercero.
El ataque de Mas sirvió, por ejemplo, para demostrar que es, probablemente, el corredor más fuerte cuando la carretera mira hacia arriba. Y le sirve también para reforzar su moral, esa que estaba tan frágil en las primeras semanas del Tour y que recuperó en los últimos días.
«El más fuerte ha sido Yates. Es el que ha ganado», admitía Mas. El británico se siente como en casa en esta zona. «Vengo a entrenar un par de veces al año», admite. «Es uno de los mejores sitios para entrenar y es una ciudad muy bonita», añade. Tanto que fue en Granada donde se casó. Ahora tiene otro motivo para no olvidarla.