Un imponente tifón se aproxima a Japón en las próximas horas, planteando la posibilidad de convertirse en uno de los más poderosos en impactar las islas en más de seis décadas, lo que podría generar interrupciones críticas en los sistemas de transporte, incluyendo el emblemático tren bala Shinkansen. Se pronostica que la tormenta podría tocar tierra con vientos continuos, alcanzando los 225 km/h. Con la inminente llegada de la sexta tormenta de este mes, conocida como Shanshan, las autoridades han emitido advertencias sobre la probabilidad de rayos, tornados, vientos de alta intensidad y granizo en regiones del oeste y este del pais, así como en el suroeste de la cadena de islas de Nansei, a partir de este domingo.
A lo largo de más de 3.000 km, desde la tropical Okinawa en el extremo sur hasta la punta de Hokkaido, estas islas albergan más de 100 volcanes activos y cientos más que están oficialmente inactivos. Además, el país se asienta sobre una serie de placas tectónicas entrelazadas que se mueven gradualmente, y desencadenan ocasionalmente terremotos masivos de consecuencias devastadoras Al ser una nación insular, debe estar permanentemente alerta ante los peligros de tsunamis provocados por terremotos en alta mar y potentes tifones que pueden llegar desde el Pacífico, y causar destrucción e inundaciones generalizadas. Ante estos retos, la comunidad científica recurre a tecnologías avanzadas para predecir las amenazas y alertar a la población de los peligros con antelación.
Durante las primeras horas del pasado jueves, esta depresión tropical formada frente a las islas Marianas se desarrolló hasta convertirse en un tifón de categoría 10, planteando una amenaza significativa para el país asiático, con una posible ruta que evoca recuerdos del devastador Vera de 1959, considerado el más letal en la historia moderna del país.
En este escenario, los equipos de respuesta a emergencias se han desplegado con diligencia para afrontar los posibles embates catastróficos. Los planes de evacuación fueron activados con premura, especialmente en las comunidades costeras vulnerables y en las áreas bajas, más expuestas a las mareas traicioneras e inundaciones implacables. Las autoridades han aconsejado a los ciudadanos asegurar sus hogares, abastecerse de provisiones esenciales y resguardarse en sus refugios mientras la tormenta se aproxima. Escuelas y negocios en las posibles zonas afectadas se preparan para echar el cerrojo, mientras que el transporte público enfrenta la posibilidad de interrupciones debido a las severas condiciones climáticas que se avecinan. Además del impacto inmediato, preocupa la posibilidad de que desencadene corrimientos de tierras en las regiones montañosas y provoque importantes perturbaciones en las redes eléctricas y de comunicaciones. Los efectos acumulados de una tormenta tan potente podrían prolongar los periodos de recuperación de las regiones damnificadas.
La elevada vulnerabilidad geográfica, meteorológica y antrópica de Japón lo sitúa en la tercera posición del ranking mundial. Entre las principales emergencias registradas en las tres últimas décadas -incluidos el terremoto de Kobe de 1995 y la triple catástrofe del 11 de marzo de 2011- han segado decenas de miles de vidas y han requerido cientos de miles de millones en costes para su posterior reconstrucción.
Gran parte de la eficacia nipona en la atenuación de las consecuencias de catástrofes se debe a un esfuerzo participativo en la fase de planificación y reacción ante los mismos. No se trata únicamente de manuales y programas gratuitos disponibles para el público en general. Por ejemplo, en Tokio, los vecinos asisten anualmente a simulacros de evacuación, en los que se les enseña a apagar incendios con autobombas diésel o a hacer torniquetes. Incluso las comunidades más modestas de los centros urbanos disponen de cobertizos repletos de equipos de extinción de incendios y rescate que los voluntarios dominan.
La protección de la población nipona frente a una amplia gama de riesgos, desde tsunamis hasta erupciones volcánicas, ha sido posible gracias a la constante inversión de las autoridades en el fortalecimiento de las respuestas ante desastres naturales a lo largo del tiempo. Desde mucho antes del siglo XXI, se ha observado un compromiso en fomentar la construcción de edificaciones más seguras, presionando a arquitectos e ingenieros en esta dirección.
Tras eventos sísmicos significativos, las empresas dedicadas a la construcción han ido perfeccionando su ingeniería para garantizar una mayor resistencia de las estructuras ante futuros desastres. Incluso el reciente terremoto de Noto en 2024 ha motivado al gobierno a una revisión más exhaustiva de las normativas sísmicas vigentes.
Del total de más de 20.000 vidas que se vieron truncadas durante el devastador terremoto y tsunami de Tohoku en 2011, menos del 2% perecieron directamente a causa del terremoto en sí. Sorprendentemente, a pesar de la intensidad del sismo de magnitud 9.0, muchas viviendas y establecimientos comerciales lograron resistir el impacto inicial. De hecho, la causa principal de fallecimiento fue el ahogamiento, no el colapso de edificaciones, marcando así una tendencia inesperada en las consecuencias mortales del mismo.
Además de los avances en infraestructuras físicas, se ha producido un cambio significativo en la actitud gubernamental hacia las organizaciones no gubernamentales (ONG), que antes eran frecuentemente ignoradas durante la planificación de emergencias. Tras el terremoto de Kobe, las autoridades locales reconocieron los riesgos asociados a la reubicación individual de personas mayores después de tales eventos, que a menudo resultaba en lo que se conoce como "muertes solitarias" (Kodokushi), optando en su lugar por la reubicación en grupo.
