Se ha de reconocer que la tarde no arrancó con buenas vibraciones cuando se tuvo conocimiento de que
Dani Olmo no había podido ser inscrito para jugar contra el
Athletic, que a cambio sí iba a incluir en su once titular a Nico Williams. Todo un chasco, en una más de las promesas incumplidas de
Laporta, que durante todo el verano se llenó la boca con que el Barça iba alcanzar el uno por uno en esta ventana de mercado estival y que el club estaba con el suficiente músculo financiero para poder fichar al menor de los
Williams, previo pago de los sesenta millones en que estaba tasada su clausula de salida de
San Mamés. A la hora de la verdad, ni una cosa, ni la otra, y la credibilidad del presidente en plena caída. En medio de una grada del
Lluís Companys, totalmente insensible a las cuestiones sociales que afectan a la entidad, por estar más ocupada en cómo celebrar los goles de
Lamine o Lewandowski, que de las promesas incumplidas de los que ocupan el palco, que en poco se parecen a las de los tiempos más duros de aquel Camp Nou, capaz de poblarse de pañuelos si el juego del equipo no convencía, o por no estar de acuerdo con alguna actuación presidencial. Ante este panorama de desconcierto institucional, cabría preguntarse ¿cómo habría reaccionado el Laporta de sus épocas en el Eleflant Blau, el que por mucho menos fue capaz de liderar una moción de censura contra Núñez?
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