Colombia Risk Analysis, la reputada empresa consultora en el terreno del examen del riesgo político, presentó su último informe de evaluación de la gestión de Gustavo Petro, quien acaba de llegar a sus dos años de gobierno, la mitad de su período gubernamental. El análisis no puede ser más lapidario, desde su mismo título: “De la ambición al estancamiento: el camino por recorrer de la administración Petro”. El análisis, en sus 38 páginas de examen de asuntos factuales ocurridos en los dos años ya transcurridos, no adelanta nada que no sepamos, pero lo ordena concienzudamente y pone el acento en los elementos más resaltantes. De estos extraemos nuestras propias conclusiones que reseño a continuación.
Es poco lo que hay que decir en cuanto al pobre desempeño de la economía, estancada como está desde hace meses y enfrentando un severo problema de desinversión. Las actividades productivas susceptibles de provocar crecimiento del PIB están paralizadas y las exportaciones muy penalizadas. Con una deuda monumental que asumir frente a sus acreedores, Colombia es un barquito en el mar de las tormentas de la escena geopolítica mundial y ya sabemos cuan turbulento puede ser su desarrollo en los meses y años a venir. El frenazo que Petro puso en marcha en las actividades petroleras y gasíferas, dentro de su deseo de ser el adalid mundial del combate al cambio climático, penalizaron muy duramente los sectores extractivos y al país en su conjunto, ya que su gobierno no ha sabido ni sabe aún cómo proveer los recursos de inversión y de regalías que dejaron de percibirse por sus atrabiliarias políticas de protección ambiental.
En lo social, la clase media ha sido impactada duramente por la reforma tributaria y los estratos más desfavorecidos no tienen asideros sólidos para hacerle frente a la paralización económica. Colombia sigue estando mundialmente ubicada entre los países más afectados por la desigualdad social y por la baja productividad. El primer gobierno socialista de la historia del país no ha conseguido hacer nada en el terreno de la fractura social y de allí que la falta de movilidad y la disparidad de oportunidades se sigan enquistando.
En lo político el presidente cordobés está solo, más solo que la una. Su capital político debe hacer sido muy precario o sus destrezas en ese terreno muy pobres. El caso es que el líder no ha sabido armar alianzas útiles para tener al Congreso de su lado en los proyectos que eran esenciales para él. Aun así consiguió algunas victorias parlamentarias, pero de seguidas desarmó sus solidaridades y a esta hora no cuenta con otros partidos para respaldarlo ni siquiera en la batalla legal que tiene que dar por las acusaciones de corrupción en contra suya y de sus familiares. Con ello en el decorado, la cuesta para armar una Constituyente – lo negó hasta el cansancio, pero a esta hora ello es ya una prioridad- le va a resultar empinada y con un pesimismo como el existente en el seno del electorado, la tarea de esta convocatoria va a ser ciclópea. Pero esta batalla va a darla para poder tener la opción de mantenerse en el poder.
En lo internacional Gustavo Petro no ha dejado ninguna ejecutoria que merezca la pena ser mencionada ni menos aplaudida. En las últimas semanas, su actuación en el grupo de Lula y de López Obrador, en el que habría podido desempeñar un rol determinante por su cercanía ideológica con Nicolás Maduro ha sido la más pobre y la menos incisiva de todas.
Por último, en el área de interés y de trabajo en donde Gustavo Petro podría haber jugado un rol determinante que es el de la paz, su “Paz Total”, es aquella en la justamente el mandatario será más duramente evaluado al cumplir su segundo aniversario. Su promesa electoral fue la más ambiciosa de todas al asegurar que podría con su gestión lograr poner fin al conflicto entre el Estado y los grupos armados. Lejos de ello. La estrategia del silencio de las armas lo que ha contribuido es al fortalecimiento de la violencia guerrillera y a la acentuación del narcoterrorismo. Las cifras de inseguridad de esta hora son dramáticas, mucho más que en el pasado.
30% de seguidores que aún sustentan su gobierno -muchos aún- ha logrado ser imbuido del sentimiento de que las instituciones de la democracia lo que sirven es para obstaculizar las iniciativas reformistas que son indispensables. Así lo vende Petro a los suyos cuando sin cesar victimiza su administración y responsabiliza al Congreso por la falta de aprobación de sus iniciativas.
Así pues, la revisión de sus logros y sus falencias lo que nos deja es un mal sabor. No porque la administración de Gustavo Petro haya sido anodina, ni torpe sino por lo contrario: estos pasados dos años no han sido de traspiés: las ejecutorias, muchas deliberadamente disfrazadas de fracasos por el propio gobierno, lo que han ido armando es el tinglado necesario para el debilitamiento de la democracia colombiana.
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