En un pequeño mercado de pulgas en Inglaterra, una mujer adquirió un anillo por tan solo $13, sin imaginar que décadas más tarde descubriría su verdadero valor. La joya, que compró en la década de los 80, resultó ser un diamante del siglo XIX valorado en $464.000.
Durante casi 30 años, la mujer, quien quiso proteger su identidad, usó el anillo en sus tareas cotidianas sin sospechar de su autenticidad. Sin embargo, un día notó que la piedra parecía demasiado grande y opaca. Intrigada, decidió llevarla a una joyería local. El joyero, al examinarla, le sugirió que la enviara a un especialista para una evaluación más detallada. Así lo hizo, y la sorpresa fue mayúscula: lo que parecía una simple pieza era en realidad un diamante de 26,2 quilates.
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El diamante, trabajado con un estilo antiguo, resultó ser difícil de identificar a simple vista, según Jessica Wyndham, representante de la casa de subastas que valoró la joya. Este tipo de corte antiguo, más opaco y profundo que los modernos, puede engañar fácilmente.
La piedra fue finalmente subastada, dejando una ganancia neta de $450.500 para la afortunada propietaria. Wyndham señaló que esta es una cifra que cambia la vida a cualquiera, independientemente de su origen o experiencia.
El estilo de corte de diamantes del siglo XIX buscaba conservar la mayor cantidad de la piedra, priorizando la forma natural del cristal sobre el brillo. “Las piedras más antiguas tienen una personalidad propia; brillan de manera diferente”, explicó Wyndham.
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