Tras el merecido veraneo en La Mareta que le pagamos todos, nuestro timonel se dejó ver por La Palma para entrevistarse un rato, con desgana evidente, con el señor Clavijo, presidente canario. Del resultado poco sabemos, pues no hay ningún resultado. Demasiado arroz para tan poco pollo. Sánchez se va de gira africana para ver si convence a Mauritania, Senegal y Gambia de que ayuden a frenar la oleada de cayucos. Bien hecho, aunque tarde. La única manera de evitar de verdad que cientos de personas arriesguen su vida para llegar al paraíso español es invirtiendo en las regiones de las que sale la inmigración. No lo hemos hecho, y la consecuencia es que cuando la gente no tiene más que miseria en su entorno, decide hacer lo que sea para buscar una mejor expectativa de vida. Fuimos tan miserables los europeos que en nuestra colonización africana (los españoles los que menos; franceses, ingleses y alemanes, los que más), en vez de contribuir a desarrollar esos territorios nos dedicamos a expoliarlos. De ahí que muchos estén hoy entregados a los chinos, que sí invierten en infraestructuras y crean valor allí.
No es que los chinos sean mejores. Amén de comunistas y antidemócratas, son igual de malos o peores. Pero cuando la gente no tiene para comer, la democracia importa poco y el comunismo menos. De modo que el bueno para ellos es quien les ayuda. Los chinos tendrán planes maquiavélicos, pero su colonización africana es más inteligente que la occidental. Por ahí debería empezar a combatir la inmigración nuestro egregio number-one. Cuando se pueda vivir bien en Mauritania, Senegal y Gambia, seguro que la mayoría no se arriesga a perder la vida en una patera. Quien no entienda esto no entiende el problema, que se ha ganado a pulso Europa. Y empieza a ser tarde para evitarlo. Si toda la política inmigratoria del Gobierno se reduce a repartir menas, estamos condenados a tener un conflicto de convivencia como en Francia, Bélgica o Suecia. Llegarán y llegarán cayucos en la medida en que las mafias vean que es fácil y rentable el trafico de personas por aquí. A eso se le ha llamado siempre efecto llamada. En Cataluña hacen el agosto los okupas porque es fácil okupar. A Barcelona acuden en manada los carteristas porque está tirado robar en el Metro sin que te pase nada. A la Hungría de Orban, no van. Saben que allí okupar y robar sale caro. Al contrario que aquí. Desde el momento en que Sánchez decidió traerse el Aquarius, las mafias vieron claro que su nuevo paraíso era España. Llegar en patera como ilegal les sale gratis a los que se enriquecen traficando con personas. Desarticular a las mafias de la inmigración no es imposible. Pero hay que quererlo hacer.
Como nuestro gobierno no tiene marcado ese objetivo como prioritario, seguirán viniendo por centenares cada día los menas e ilegales. Y no se trata de bombardear las pateras, como dicen con maledicencia ruin los Puente de turno. A las personas que arriban medio muertas a nuestras playas hay que atenderlas humanitariamente de la mejor manera posible. No puede ser de otra forma, como es lógico. La solución está en la raíz: hay que contribuir al desarrollo de los países africanos y desarticular las mafias. Si la política del Gobierno consiste sólo en repartir ilegales, estamos perdidos. Los que ya están aquí hay que distribuirlos, es evidente. Pero se trata de tomar medida para frenar nuevas oleadas. Dado que lo han hecho Italia y Grecia, no debería ser imposible para España. Aunque aquí a nuestros ministros les parezca un problema sin solución.