Al escribir estas líneas, Kamala Harris aún no ha pronunciado su discurso en la Convención Nacional Demócrata (CND), donde ya ha sido formalmente proclamada como la candidata presidencial del partido. Sin embargo, tras tres días de actividades y discursos, es evidente cómo los demócratas están definiendo la contienda contra Donald Trump. Aunque es imposible prever si esta estrategia los llevará al triunfo en noviembre, los puntos de contraste que han trazado respecto a Trump me parecen brillantes.
Para comenzar, Trump ya no es presentado como una gran amenaza para Estados Unidos, sino como una especie de nube negra, con visiones apocalípticas y disparates que rayan en lo ridículo. En su papel de hombre fuerte, Trump siempre plantea todo desde una lógica de guerra. Tan es así que, hace apenas unos días, en la conversación que tuvo con Elon Musk en X, habló del riesgo de una Tercera Guerra Mundial. Difícil encontrar algo más ominoso que esa declaración.
El discurso de Trump no deja mucho espacio para el optimismo. Para “hacer a Estados Unidos grande de nuevo” (“Make America Great Again”), solo hay un camino: él. Ni siquiera todos sus compatriotas juntos, sumando esfuerzos, podrían detener, mucho menos revertir, lo que Trump presenta como el declive de Estados Unidos, al que en ocasiones describe como un país del Tercer Mundo. Todo depende de él, y si no gana las elecciones, lo que queda, según ha dicho varias veces, es un “baño de sangre”.
En respuesta, los demócratas han optado por un mensaje de esperanza, que ha sido el eje central de los discursos en la convención. ‘Nunca debemos retroceder’, ha declarado la candidata, subrayando además que Estados Unidos es un gran país con un futuro prometedor. A lo largo de la convención, y especialmente en los discursos de Michael y Barack Obama, se ha enfatizado que ese futuro no depende de una sola persona, sino de todos, incluidos los republicanos. Frente a la visión de un país controlado por un solo hombre, se propone una nación de muchos, donde todos tienen cabida y son indispensables. Conceptos como comunidad, vecindad, bienestar colectivo y unidad han sido centrales en los discursos.
Este es precisamente el ambiente que ha prevalecido en la CND, la cual, a diferencia de la republicana, ha sido diseñada no para ensalzar a una sola persona, sino para reafirmar los valores del partido y convocar a todos en torno a ellos. La ausencia casi total de Harris en la convención hasta este jueves contrasta marcadamente con la presencia constante que tuvo Trump en la suya, en la que observaba desde una especie de palco el desfile de personalidades que se dirigían a él y le rendían pleitesía.
En su discurso, Doug Emhoff, esposo de Harris, la definió como una “guerrera de espíritu alegre”. Y es que la alegría es otro de los temas que ha resaltado a lo largo de la Convención. Tim Walz le agradeció a la candidata por “la alegría que has inyectado a esta batalla”. Frente a la amargura y el pesimismo de Trump, los demócratas están tratando de despertar no solo la esperanza, sino también la alegría. Esto es precisamente lo que se ha hecho sentir entre los delegados de la convención durante los tres días del encuentro.
En este contexto, el enfoque central ha sido la defensa de la libertad, concebida como el derecho a determinar el propio modo de vida, elegir a quién amar y decidir sobre el propio cuerpo. Se ha puesto un énfasis especial en los derechos reproductivos de las mujeres, que conectan profundamente con un sector crucial del electorado. La defensa de estos derechos, más que la de la democracia en sí, ha tomado un rol protagónico en la agenda de los demócratas.
Pero lo que seguramente más debe molestar a Trump es su empequeñecimiento en el discurso de sus contrincantes. Para Barack Obama, Trump es un viejo quejoso que actúa como niño: “Están los apodos infantiles, las teorías conspirativas descabelladas y esta extraña obsesión con el tamaño de las multitudes.” Los gestos que Obama hizo con las manos cuando refirió esa obsesión de Trump se volvieron virales, pues remiten necesariamente a la idea de que el tamaño sí importa. Minutos antes, Michelle Obama dijo: “achicarse nunca es la respuesta. Achicarse es lo opuesto a lo que enseñamos a nuestros hijos. Achicarse es mezquino. Es perjudicial. Y, francamente, indigno de un presidente.”
Para desestabilizar a Trump, los demócratas han optado por retratarlo como un hombre pequeño. Al mismo tiempo, están apostando por el optimismo, la esperanza y la alegría, confiando en que estos valores son los que mejor conectan con la gente. Queda por ver si esta estrategia dará resultados, pero por ahora es innegable que han logrado energizar a sus bases, tomar la iniciativa y escribir el nombre de Trump en minúsculas. Sin duda, una estrategia bien planteada.