Díganlo una vez, dos, y a la tercera, un hechizo. Vale para Bitelchús , el repulsivo y carismático bioexorcista de Tim Burton que vivía en una maqueta, pero también para aquella niña flacucha y gótica que mencionaba su nombre, icono de una generación pero engullida por su propio mito. Hasta que la resucitó la nostalgia. Winona, Winona, Winona. Rebobinemos. Érase una vez la historia de una niña que creció antes de tiempo, que nació en una ciudad con su mismo nombre, que vivió en una comuna hippy sin electricidad como si su época, por definición, estuviera siempre atrás, en el pasado. Y así fue el resto de su vida, congelada, a pesar de los años, en sus días de gloria;...
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