El santoral católico es un calendario que contiene los
nombres de los santos y las fechas en que se celebra su festividad. Este
compendio agrupa a los santos y beatos que la Iglesia Católica conmemora
oficialmente en días específicos a lo largo del año. La tradición de celebrar
el santoral se remonta a los primeros siglos del cristianismo, cuando se
comenzó a venerar a los mártires y otros personajes considerados ejemplares por
su vida y su testimonio de fe.
El santoral es una herramienta útil para aprender sobre la
historia de la Iglesia y el cristianismo. También sirve como fuente de
inspiración, basada en las vidas de los santos. Funciona como una guía
espiritual, dando fuerza y dirección a través de las experiencias de estos
personajes históricos. Además, el santoral ayuda a recordar y honrar a personas
que han sido muy importantes para la fe católica, uniendo el pasado, el
presente y el futuro de la Iglesia.
Cada día del calendario litúrgico está vinculado a uno o
varios santos, que son recordados en las misas y en las oraciones de los
fieles. Estas celebraciones no son simples recordatorios, sino momentos de
reflexión y conexión con los principios y valores que estos personajes
representan.
Este 23 de agosto, la Iglesia Católica conmemora a varios
santos y santas que han dejado una huella en la historia de la cristiandad.
Entre ellos se encuentran San Antonio de Gerace, San Arquelao de Ostia, San
Asterio de Egea, San Ciriaco de Ostia, San Claudio de Egea, San Eugenio de
Ardstraw, San Flaviano de Autun, Santa Fructuosa mártir, San Lupo de Nove, San
Minervo mártir, San Neón de Egea, San Zaqueo de Jerusalén, Beato Francisco
Dachtera y Beato Juan Bourdon.
Sin embargo, desde el periódico La Razón destacamos
especialmente a Santa Rosa de Lima, patrona de Perú, América y Filipinas, fue
primera santa del Nuevo Mundo.
Isabel Flores de Oliva, hija de Gaspar de Flores y María de Oliva, nació en Lima en 1586. Sin embargo, su madre pronto comenzó a llamarla Rosa debido a su belleza, un apodo que más tarde adoptaría oficialmente. Los padres de Rosa se esfuerzan en darle una seria educación humanística además de proporcionarle una sólida formación en la fe.
Esta joven limeña, que más tarde se convertiría en la
primera santa del Nuevo Mundo, demostró desde temprana edad una mostró una
inclinación temprana hacia la oración y la meditación y una devoción
excepcional que marcaría el curso de su vida y su legado espiritual. Cuando
Rosa fue confirmada como religiosa, eligió mantener el nombre de Rosa, por el
cual es conocida y venerada en todo el mundo hasta el día de hoy.
A la edad de 20 años, Rosa contempló la posibilidad de unirse a la orden de las monjas agustinas. No obstante, durante un momento de oración, experimentó una inexplicable parálisis temporal que interpretó como una señal divina. Al manifestar su disposición a acatar la voluntad de Dios, la parálisis cesó, lo cual ella consideró como una indicación para no ingresar al convento. En su lugar, se decantó por adoptar el hábito dominico inspirada por el ejemplo de Santa Catalina de Siena.
Cuando su familia atravesó dificultades económicas, Rosa
contribuyó activamente cultivando un huerto y realizando labores de costura. En
su rol como dominica seglar, se dedicó a la enseñanza de niños, incluyendo
lecciones de música. Adicionalmente, demostró un firme compromiso con la obra
misionera de la Iglesia, destacándose por su compasión y ayuda a los
necesitados, con un enfoque particular en la salvación espiritual de pecadores
e indígenas.
Rosa se distinguió por sus prácticas ascéticas rigurosas como medio de desarrollo espiritual. Cultivó la humildad por encima del orgullo y el reconocimiento personal. Sus hábitos de descanso eran austeros, optando por superficies duras para dormir. Mantenía una dieta estricta, que incluía ayunos prolongados y abstinencia de carne, limitándose a lo esencial.
En momentos de privación física, encontraba fortaleza en la
contemplación espiritual. Ante los desafíos a su disciplina, se inspiraba en
las enseñanzas cristianas para mantener su compromiso ascético. A través de sus
escritos, Rosa articulaba la importancia de estas prácticas para el crecimiento
personal y espiritual.
En sus últimos años, Rosa residió en la mansión de Don Gonzalo de Massa, un prominente funcionario gubernamental. Durante su enfermedad terminal, la santa mantuvo una actitud de oración incesante, ofreciendo su sufrimiento como sacrificio espiritual. Su vida se caracterizó por un estado de contemplación mística permanente, cuya influencia se extendió más allá de su propia experiencia, provocando un aumento notable en las conversiones y en la devoción religiosa de la sociedad limeña.
Con una precisión que rozaba lo sobrenatural, Rosa había
predicho durante años que su fallecimiento coincidiría con la festividad de San
Bartolomé, el 24 de agosto. Esta profecía se cumplió con exactitud cuando, a la
edad de 31 años, Santa Rosa de Lima exhaló su último aliento en la fecha
prevista de 1617.
Las exequias de Rosa trascendieron las convenciones
asociadas a su estatus socioeconómico y su féretro fue portado por una
procesión que incluía tanto a dignatarios eclesiásticos como a autoridades
civiles. La inhumación se pospuso debido a la afluencia masiva de fieles que
anhelaban rendir un último tributo, evidenciando el profundo impacto de su vida
en la comunidad.
En la actualidad, sus restos mortales son objeto de
veneración en la Basílica de Santo Domingo en Lima, un testimonio perdurable de
su legado espiritual. Posterior a su deceso, se documentaron numerosos milagros
atribuidos a la intercesión de Rosa. Su canonización fue oficiada por el Papa
Clemente X el 12 de abril de 1671. Desde entonces, Santa Rosa de Lima es
venerada como patrona de la América Hispana y Filipinas.