Del director de cine Aki Kaurusmäki al músico C. Tangana han pasado por Numax, el proyecto cooperativo que ha revivido el ecosistema cultural de Santiago, una ciudad asediada por el turismo
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La calle Concepción Arenal en Santiago de Compostela, que se asemeja a un callejón sin salida, se ha convertido en pocos años en un oasis cultural. En sus apenas cien metros se ubican dos espacios que son referentes del Noroeste de la Península: la Sala Capitol y el cine-librería Numax. Cualquier banda con aspiraciones debe pasar por la Capitol y cualquier cineasta del circuito de autor o cualquier escritor emergente sabe que la parada en Numax es imprescindible.
En una ciudad asediada por una romería insufrible de hordas de turistas que vociferan canciones cristianas y engullen ‘fastfood’, orientados por guías de los que cuelgan micrófonos amplificados, Numax representa la otra cara de la efervescencia cultural compostelana, un refugio a salvo de turistas venerado por el público local. Su escaparate de libros cuidadosamente escogidos o su característica caja de luz donde se van cambiando los títulos de las películas han transformado el paisaje urbano de esta calle antes gris y desangelada. En esta caja de luz se colocan cada semana nombres que dan una idea del tipo de proyecto que es Numax. Por ejemplo, en los últimos días en los rótulos figuran cineastas como Todd Haynes, Sofia Coppola o Yorgos Lanthimos.
“Para nosotros es fundamental ser un espacio de contacto y proximidad e integrarse en la vida de la ciudad, que nuestras ideas conecten con la gente”, explica Xan Gómez Viñas sobre la filosofía de Numax, que gestiona con otros 14 socios bajo la fórmula de una cooperativa. En apenas diez años, desde que comenzó el proyecto, han triplicado el número de socios trabajadores. “Da un cierto vértigo estar hablando ahora de quince nóminas”, dice Pablo Cayuela, uno de los que comenzó esta aventura. Como varios de sus compañeros fundadores, Cayuela se formó en la facultad de Ciencias de la Comunicación de Santiago y decidió embarcarse en este proyecto, en el que también resulta una parte fundamental la profesora de esta facultad y cineasta Margarita Ledo. “Estábamos en una situación similar, seguramente abocados en ese momento a la precariedad laboral y fuimos construyendo este proyecto en base a los perfiles y capacidades que teníamos cada uno”, rememora Cayuela sobre los inicios del proyecto, en el que tomaron como referencia “el espacio cooperativo de Barcelona Zumzeig y otros proyectos que analizamos en Europa y México”.
En 2014 arrancó este proyecto transformador, que partió desde un espacio que funciona como cine-librería y con vocación de ser también un laboratorio audiovisual. Con el apoyo financiero de Coop57 solicitaron un préstamo de 300.000 euros, avalado por cerca de 200 personas, entre los que estaban familiares, amigos y un amplio grupo de personas afines al mundo de la cultura en Galicia. Tomaron el nombre de una histórica película del documentalista catalán Joaquim Jordà, “Numax presenta”, donde un grupo de trabajadores de una fábrica de electrodomésticos luchan para evitar la quiebra de su empresa y se unen para tratar de salvarla en un proceso autogestionado.
En poco tiempo, la pequeña sala de cine de 70 butacas de Numax se convirtió en un acontecimiento cultural, bendecida incluso en su apertura por la presencia del cineasta finlandés Aki Kaurusmäki. Su emblemática película “Nubes pasajeras” inauguró la pantalla de este cine, con la versión de la restauración digital subtitulada al gallego, ya que la visibilidad y reivindicación de la lengua propia es uno de los objetivos de este proyecto.
“Numax nació desde dos vertientes, la cultural: con cine en versión original y presentaciones de libros en nuestra librería; y la laboral, como una forma de poder trabajar en lo que nos gustaba”, explica Carlos Hidalgo, que junto a Antonio Doñate son los responsables de la parte de diseño gráfico de esta cooperativa. “Una de las claves fue buscar desde el inicio un equilibrio entre la gestión y cooperación con una de toma de decisiones de forma democrática”, explica Hidalgo, que ha llevado el peso del diseño en muchos de los proyectos de Numax relacionados con el cine.
“Hace poco estuve revisando y no me había parado a pensar que rebasamos los 1.300 diseños de dípticos de mano. Esto quiere decir que hemos proyectado en la sala mucho más de 1.300 películas, porque no todas llevaron díptico”, rememora Carlos Hidalgo.
Desde el inicio, tanto en su parte de diseño como en la de vídeo, Numax ha prestado servicio a grandes instituciones como la Cidade da Cultura, la Universidade de Santiago (USC), el museo Reina Sofía e incluso han ofrecido soporte en las proyecciones al Festival de San Sebastián. “Muchos clientes han llegado a través de nuestra relación con el mundo del cine”, dice este diseñador y fundador de Numax.
Desde el año 2016, excepto los años de pandemia, la sala ha certificado un mínimo de 30.000 espectadores anuales, lo que le ha permitido ser la única sala de cine del Noroeste español que entrase en la prestigiosa Red Europea de Cines. “Para tener una sola pantalla, es una media muy buena, porque Santiago es una ciudad muy cinéfila y muy cultural”, dice Xan Gómez Viñas, responsable de la parte de programación y actividades cinéfilas de Numax. “Cada semana hacemos una media de dos estrenos y eso es un acontecimiento. El problema es que solo tenemos una pantalla y a veces no podemos proyectar todo lo que nos apetecería”, se lamenta Xan Gómez, que también reconoce que les gusta que haya una media buena de asistencia. “A partir de 20 espectadores en la sala por sesión podemos decir que una película funciona razonablemente bien y a partir de 30 personas ya estaría muy bien”, explica el coordinador del área de cine, cuya programación, en la que abunda el cine emergente gallego y los éxitos de Cannes, Berlín o Venecia, se basa en tres líneas: por una parte las películas independientes en versión original; por otro los ciclos de cine clásico con valor patrimonial, como este mes el ciclo sobre el maestro japonés Yasujiro Ozu; y finalmente, el programa ‘Numax en la escuela’ donde, según los datos aportados por la sala, hasta 5.000 chavales de entre tres y 18 años han asistido a proyecciones a lo largo de 2023, con sus correspondientes materiales didácticos.
Numax es un lugar de culto de cinéfilos y lectores, avalado por cerca de 800 personas abonadas que tienen descuentos para acceder al cine y las compras en la librería. La interrelación que establecen con el tejido cultural de la ciudad se plasma en colaboraciones con algunos festivales de cine como Curtocircuito, Cineuropa o la Mostra Internacional de Cine Etnográfico (MICE); o interesantes festivales musicales como WOS, HolaNola Fest o Códax Festival, en los que Numax se convierte también en sede.
La librería, de apenas 45 metros cuadrados, es otro espacio estimulante, donde los libros no se apilan sin más, sino que han sido seleccionados en un elaborado proceso previo. “Tenemos poco espacio, por lo que hay que hacer un ejercicio de selección y de curadoría. Nuestro criterio se mueve entre nuestros gustos personales y lo que creemos puede gustar a nuestros clientes”, explica la librera, y también escritora, María Villamarín. Junto con sus compañeras Mariña de Toro y Olalla Tubío, Villamarín coordina la parte dedicada a los libros, otra de las patas de la cooperativa Numax, que maneja unos 12.000 títulos. “No es fácil manejar nuestro stock. Hay que ser metódicos y organizados, situando bien cada libro porque igual puedes matarte a buscar alguno y que no aparezca”, afirma la responsable de esta librería que basa parte de su éxito en la relación entre el cine y los libros, como pueden ser novelas gráficas, ensayos u obras desde donde han partido adaptaciones de guión de filmes que se proyectan.
“Sabemos que a nuestros clientes habituales les gusta la literatura japonesa, los libros de fotografía, los ensayos sobre cine o los libros sobre directores, pero también nos esforzamos por tratar de ampliar el público”, dice María Villamarín ante las paredes llenas de volúmenes que configuran este templo de la cultura.
Dentro de esta idea, está el trabajo del encuentro presencial con los autores. De la misma forma que muchos cineastas más jóvenes como Álvaro Gago y Jaione Camborda, premiada este año con la Concha de Oro en San Sebastián con su película “O Corno”, son habituales de encuentros con el público en la sala de cine, otras escritoras y escritores han convertido el pequeño espacio de Numax en un lugar de referencia literaria. Autoras como Andrea Abreu, Mónica Ojeda y Mariana Enriquez han pasado por esta librería, además de una larga lista de escritores gallegos para los que ya se ha convertido en una especie rito de paso el hacer las presentaciones de sus libros en Numax. Entre ellos el poeta Ismael Ramos, Berta Dávila [ganadora del Premio Biblos de Novela para menos de 25 años] o Sica Romero, autora de “Avelaíñas eléctricas”. “Lo más bonito es que nos hemos convertido en un auténtico lugar de encuentro. Un cruce de caminos donde un día puedes ver comprando libros al director portugués Miguel Gomes y otro, como hace un rato, te llama desde Barcelona la fotógrafa Anna Tubau para pedir que le enviemos el libro del fotógrafo Vari Caramés, que acabamos de presentar”, confiesa María Villamarín.
Pero Numax tiene una parte de escaparate cultural, donde los artistas son visibles y otra donde los creadores trabajan concentrados en la sombra. Esta parte menos accesible está en las salas de su laboratorio, a unos minutos andando del cine-librería. Allí es donde, de vez en cuando, pasa horas encerrado C. Tangana, consagrado discretamente al proceso de nuevos proyectos fílmicos o muchos otros cineastas que están en procesos de montaje o etalonaje final de sus obras. El Laboratorio Numax, ubicado en el edificio donde existió el Hotel Suizo, en el que vivió el escritor Ernest Hemingway durante sus dos visitas estivales a Galicia, es un silencioso hervidero creativo por el que han pasado muchos cineastas para trabajar al lado de Marcos Flórez, Clara García Nieto y Pablo Cayuela, que conforman el núcleo del grupo del laboratorio.
“De inicio, el laboratorio estaba enfocado al diseño gráfico, diseño de webs y vídeo. El cine entró más tarde y fuimos creciendo con más equipo”, explica Pablo Cayuela, que vio crecer el laboratorio desde el principio. Cayuela matiza que el sistema de cooperativa no tiene ánimo de lucro, “no reparte beneficios y lo que se genera se reinvierte en la cooperativa y en contratar a más gente: así fue como fuimos creciendo”. Aquí se han cocinado películas como “La Parra” de Alberto Gracia, que acaba de pasar por el Festival de Rotterdam, “Salvaxe Salvaxe” de Emilio Fonseca, que estará en el Festival de Málaga o “A Foreign Song”, de César Souto, premiada en el Festival de Gijón. En pocos días comenzará el montaje de “Prefiro Condenarme”, la nueva película de la cineasta Margarita Ledo, una de las impulsoras iniciales de Numax.
“Aquí se aprende mucho a cómo funcionar en equipo. Cada uno tenemos una especialización, pero también tenemos una parte de polivalencia que nos ha ayudado a solucionar problemas de forma transversal, como por ejemplo cubrir una baja si alguien enferma”, detalla Cayuela mientras muestra habitación por habitación el laboratorio, de cuyas paredes cuelgan posters de referentes inspiradores como Agnès Varda o John Cassavetes.
La película de Joaquim Jordà sobre la autogestión de la fábrica Numax no acabó bien, pero esta cooperativa por el momento resiste con buenas expectativas. Más allá del balance económico, el papel de Numax como referente de agitación cultural es incuestionable. A Jordà le hubiese gustado saber que este proyecto prospera y a Hemingway que las habitaciones de lo que fue su hotel, ahora son una prolífica factoría de películas.