El santoral, también conocido como calendario litúrgico, es un libro religioso que contiene la lista de los santos reconocidos por la Iglesia Católica y que se celebra cada día del año. Más allá de una simple lista de nombres, el santoral representa un viaje fascinante a través de la fe, la historia y la cultura cristiana.
Santa María Reina es un título dado a la Virgen María en su rol como Reina del Cielo y de la Tierra. Aunque no se trata de una figura histórica como otros santos, el concepto de María como Reina tiene una importante relevancia teológica y devocional en la Iglesia Católica.
El título de "Santa María Reina" se refiere a la exaltación de la Virgen María como Reina, especialmente en su papel en la historia de la salvación. La devoción a María como Reina se fundamenta en su relación única con Cristo, Rey del Universo, y en su papel como Madre de Dios. No se puede hablar de un "pontificado" en el caso de María, ya que no fue Papa ni figura clerical, pero su "vida" en este contexto es su existencia como madre de Jesús y su papel espiritual en la Iglesia, guiando a los fieles con su ejemplo de humildad, obediencia y amor incondicional.
El título de "Reina" no fue oficialmente "canonizado" en el sentido de una declaración de santidad, sino que fue proclamado por el Papa Pío XII en 1954, en la encíclica Ad Caeli Reginam. Este documento reconoció formalmente la realeza de María, basándose en la tradición y en el profundo amor y veneración que los católicos le tienen desde hace siglos. La festividad de Santa María Reina se celebra el 22 de agosto, y su legado es inmenso en la devoción popular, influyendo en la liturgia, el arte, la música y la espiritualidad de la Iglesia.
Como figura celestial, María no experimentó exilio ni muerte en un sentido terrenal. Según la doctrina católica, fue asunta al cielo en cuerpo y alma al final de su vida terrenal, un dogma conocido como la Asunción. La creencia popular es que, desde su lugar en el cielo, intercede por la humanidad y reina junto a su Hijo, Jesucristo. Por lo tanto, su "muerte" es vista como una transición a una vida gloriosa y eterna, desde donde continúa guiando y protegiendo a la Iglesia.
