Tocó el Gordo en Almería. En agosto, cuatro meses antes del Día de la Lotería. Con un traje c orinto y azabache como uniforme de verano del colegio de San Ildefonso. Así vestía Juan Ortega cuando metió su mano en el bombo de la gloria. No en el sorteo de los toros; insisto: en el bombo de la gloria. Porque cuando se torea así, con tanto desgarro, tanta fibra, tanta cabeza y tanto que decir, el arte flota rumbo hacia la gloria . «Sin sentimiento no se produce el arte», dice el Faraón de Camas. Y Juan toreó así: con sentimiento, desde las tripas, desde lo más profundo de sus entrañas . Por un momento como éste, vivido desde un...
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