Si se analiza un concepto de total actualidad como es el de la transición energética hacia una economía baja en emisiones se da la curiosa -y muy significativa- paradoja de que cualquier lector que ojee estas líneas es capaz de identificar el objetivo final de dicha transición: hacer posible la descarbonización de la economía, alcanzando la neutralidad climática en 2050. Sin embargo, a pesar de que conocemos a la perfección dónde se encuentra la línea de meta, a día de hoy siguen existiendo dudas y medias certezas en relación con el camino y las estrategias necesarias para alcanzar esta realidad.
¿Qué metas persigue la neutralidad climática? El objetivo es que las emisiones de CO2 se compensan con las eliminaciones (en sumideros naturales, o través sistemas tipo captura y almacenamiento de carbono o posibles tecnologías futuras).
En este largo y complejo proceso de descarbonización de una economía que se sustenta en combustibles fósiles, el foco inicial en sustituir la generación eléctrica más contaminante del sistema nacional por energía renovable (solar, eólica) y ya está dando sus frutos. Según los datos de la Asociación de Empresas de Energías Renovables (APPA), en el mes de mayo de este mismo año el 63% de la generación eléctrica fue de origen renovable. Así mismo, la energía solar se convirtió en la primera fuente que más aportó al mix energético. Esta situación contrasta con la de otros países de nuestro entorno, como Italia, donde se prevé alcanzar esta producción renovable dentro de 11 años, en 2035.
En la siguiente fase que viene, otro de los pilares de la transición energética se basa en la electrificación renovable de todos aquellos sectores que a día de hoy son susceptibles de serlo. Pero ¿es tan sencillo y viable el camino a la electrificación? ¿Cuáles son los principales desafíos que pueden retrasar o incapacitar esta transformación?
Existen muchos retos y dudas sobre el papel real de la electrificación y sobre las estrategias que deben emplearse para esa penetrabilidad en el sistema productivo y económico de España. En primer lugar, es preciso recordar que, a pesar de la gran generación renovable instalada hasta ahora, y según datos del Ministerio de Transición Energética, actualmente más del 48% de la energía final en España -aquella que ya ha sido transformada y está lista para consumir por parte de los distintos tipos de usuarios- sigue proviniendo de productos petrolíferos.
Es decir, España sigue teniendo un balance en el que los productos petrolíferos, principalmente para transporte, todavía son muy importantes y, a pesar de que pueden disminuir su peso progresivamente en favor de una energía con mucho menos impacto ambiental y muy competitiva (como es el gas natural) el peso de estas fuentes energéticas para cubrir las necesidades de nuestro país es todavía muy considerable y requiere una estrategia diferente de la llevada a cabo hasta ahora. Se trata de cambiar los hábitos de la pequeña y mediana empresa, de los consumidores finales…etc. Y esto no puede realizarse sin financiación, ayuda y soporte económico.
Debemos ser conscientes de que la electrificación no llega a todos los ámbitos de la economía, sino que hay sectores de gran consumo energético como buena parte de la industria, sector naviero, aviación o el transporte pesado que, ya sea por competitividad o falta todavía de una tecnología adecuada disponible, requerirían de otras fuentes renovables distintas a la electricidad (biocombustibles, biogas, hidrógeno, por ejemplo) para desarrollar su actividad de manera descarbonizada y competitiva.
Para estos sectores la electrificación a día de hoy no es una opción plausible, por lo que hay que establecer otras estrategias para reducir el impacto ambiental, como el empleo del gas natural, que puede reducir entre un 40-50% las emisiones en comparación con el empleo del carbón y entre un 25-30% en comparación con las del fuel-oil. Asimismo, es preciso incidir en el desarrollo de nuevos vectores energéticos renovables capaces de ser utilizados de forma eficiente y rentable para estos sectores.
Por todo ello, la compleja realidad energética actual requiere de múltiples soluciones heterogéneas. En este sentido, la electrificación es un paso más dentro de la construcción de una estrategia robusta nacional que tenga en cuenta tanto las necesidades energéticas del país, como encontrar el camino más coherente y factible para seguir progresando en la senda de la transición energética.
Ángel Crespo, CEO de MET Energía España