Mientras soportábamos la canícula a cuerpo gentil, sin el auxilio de un mullido refugio como el que le pagamos a él y su familia en Lanzarote, Sánchez nos ha robado Cataluña. Así, con agosticidad y alevosía, utilizando de monaguillo a Salvador Illa, aunque sin otro propósito que el de perpetuarse en la poltrona. No hay a tal fin precio demasiado alto ni vileza considerada excesiva. Hace tiempo que traspasó todos los límites de lo tolerable en democracia, motivo por el cual el esperpento escenificado este verano, con el colofón de la aparición y fuga consentida de Puigdemont , solo constituye un paso más en la degradación de un modelo de gobierno que apenas es ya una sombra de lo que...
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