En 2019, la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando organizó un ciclo en colaboración con el Centro Cultural Coreano para dar a conocer, según anunciaban, «importantes solistas» del país. Entre los invitados a actuar el día 5 de noviembre había un mocoso de catorce años que interpretó una sonata de Mozart, una obra de Isang Yun y algunas piezas de Chopin. En aquella ocasión pasó bastante desapercibido, pero desde entonces ese cbaval ha crecido y ha arrasado en cuanto concurso internacional ha puesto los pies. Yunchan Lim ya no es promesa, sino realidad , y ha regresado a España invitado esta vez por el Festival de Peralada . La expectación generada por el ahora veinteañero surcoreano era alta, y el intérprete satisfizo más que sobradamente las expectativas. Era suficiente observar al público salir ojoplático tras el concierto para constatar que ahí había pasado algo muy, muy grande. Yunchan Lim abrió la velada con dos de los 'Lieder ohne Worte' de Mendelssohn . Puestas ahí, al inicio de un programa, se podía pensar que estas piezas serían un pequeño calentamiento, un ir haciendo dedos para lo que vendría despues. Pero no. Lim elevó las partituras del maestro alemán a otro nivel, dando un calado y una dimensión que parecerían inalcanzables en un intérprete tan joven. Lejos de ser un pasatiempo, resultaron ser un lienzo para mostrar las posibilidades de esos diez dedos que a ratos parecen quince. Matices infinitos, un sonido personalísimo, denso y hermoso, técnica depurada, y genialidad a cada nota, aliñado con un audaz, preciso y libérrimo uso del pedal. Una absoluta proeza que permite escuchar y distinguir cada plano de la partitura con la misma precisión que se hallaría en una orquesta. Tras ese calentamiento que fue mucho más que un calentamiento, Lim abordó 'Las estaciones' de Tchaikovsky , un ciclo que tiende a resultar anodino en los dedos de pianistas menos talentosos. Son doce piezas, a razón de una por mes del año, en el que el compositor ruso desplegó su enorme paleta de recursos. El resultado es una serie de composiciones que adolecen de poca unidad como ciclo, pero que ofrecen a los intérpretes la posibilidad de lucirse en los detalles, tanto técnicos como expresivos. El coreano insufló vida a estas partituras de una manera muy personal. Yunchan Lim parte del respeto estricto a la partitura, pero huye de la literalidad. Se fía del compositor, pero no del todo. Al fin y al cabo, la tinta y el papel no aguantan todo lo que dicta el espíritu, de modo que se toma las libertades que considera oportuna en un uso impresionante del rubato y un juego contínuo con el tempo y las líneas melódicas. Exhibición técnica, sí, pero también emotividad a flor de piel en los pasajes más líricos, como el canto de la alondra en marzo y las canciones del segador y del otoño (julio y octubre, respectivamente). Tras una primera parte de infarto, quedaba toda la segunda: 'Los cuadros de una exposición' de Mussorgsky. Aquí Yunchan Lim terminó de lucirse. Programar a los veinte años una obra tan sumamente transitada es todo un reto si se quiere aportar algo nuevo, pero para este pianista no parece haber nada imposible. Lo dejó claro desde las primeras notas, esa 'Promenade' que el compositor indica con notas acentuadas y que Lim ataca de una manera especialísima, cogiendo carrerilla con el dedo a más de dos palmos sobre la vertical del teclado para asegurar un stacatto potente y, al mismo tiempo, matizando con el pedal para que el oido perciba, proeza absoluta, una melodía perfectamente ligada. A partir de ahí, el joven dibujó lo que quiso con el sonido. Del gnomo deforme a la bruja Baba-Yaga pasando por el mercado de Limoges, los polluelos saliendo del caparazón y el buey arando el campo. Es una proeza escucharlo destacar las voces internas para salirse lo justo del canon, sorprender y seguir adelante para estallar en un final apoteósico, la Puerta de Kiev, en el que sonaron las campanas con más brillo que nunca. Tras esa demostración de fuerza y sensibilidad, era difícil ofrecer una propina a la altura, así que Lim se fue al otro extremo, donde nadie esperaba que nos llevase. Una piececita modesta de Bach, transcrita por Wilhem Kempf, que en sus manos sonó a gloria. Bonita manera de hacer notar, por si a esas alturas quedaba alguien que no se hubiese dado cuenta, de que Yunchan Lim se enmarca en la mejor tradición pianística europea, dialogando de tú a tú con los más grandes. Ojalá esta carrera que ahora empieza dure muchas décadas y nos traiga más noches así. El fenómeno fan que ha generado en Corea, con millones (literalmente) de seguidores, le pondrán difícil mantener la cabeza clara y no caer en divismos de baratija. Por ahora, lo consigue. Crucemos los dedos.
